Caricatura que muestra a Pi y Margall (centro) desbordado por el federalismo (1873). Revista ‘La Flaca’
¿La historia se repite? Lo que resulta indiscutible es que los errores humanos sí que se repiten asiduamente, por desgracia. Si las ideas marcan el camino, la Historia nos proporciona los ejemplos que las ilustran, por vía de hecho. En este sentido, vamos a recordar un periodo de nuestra historia, especialmente convulso, que nos puede mostrar los perniciosos efectos que, sobre la convivencia, tuvo y puede tener la desintegración de la Nación.
Tomando en consideración el pensamiento de Ortega, entiendo por Nación una comunidad de individuos, asentada en un territorio determinado, con raza, lengua, historia y tradiciones comunes y dotadas de conciencia propia que las diferencia de las demás, y que, necesariamente, mantienen un proyecto de vida en común que los beneficia a todos. La nación es la suma de tradición y empresa común, de pasado y proyecto futuro. Cuando se pierde el sentido de ambos y la nación se vuelve contra sí misma, surge la desintegración e incluso el enfrentamiento.
Adentrémonos en la España del Sexenio Democrático o Revolucionario (1868-1874) y especialmente en la I República (febrero 1873 a enero 1874) para ejemplificar los efectos que la pérdida de la empresa común provocó. En un periodo de seis años se sucedieron en España las siguientes etapas: el destronamiento de la dinastía de Borbón, en la persona de Isabel II; un Gobierno provisional del general Serrano; una Regencia del mismo general; una Monarquía democrática con Amadeo I; una República federal; una República unitaria; un nuevo Gobierno provisional; un nuevo intento de Regencia del general Serrano; una Restauración de la dinastía de Borbón, destronada en 1868. ¡Ahí queda eso!
El 11 de febrero de 1873 reunidas las Cortes españolas (Congreso y Senado), bajo la Constitución monárquica de 1869, compuestas mayoritariamente por monárquicos, proclamaron la Primera República. El régimen republicano, fue un eslabón del convulso Sexenio Democrático, que no logró sobrevivir más de once meses, en los cuales se sucedieron cuatro presidentes del poder ejecutivo.
Llegado marzo del mismo año se convocaron elecciones para elaborar una constitución de carácter republicano. El resultado electoral fue favorable a los republicanos partidarios de la organización federal de España, cuyo gran defensor era Pi y Margall. Los federales estaban divididos en cuanto al modo de implantar la organización federal del Estado: unos, eran partidarios de establecerla desde arriba de manera progresiva, entre ellos Pi y Margall; otros, defendían la instauración desde abajo, con la proclamación inmediata de la soberanía de los cantones como unidades políticas básicas.
En junio las nuevas Cortes proclamaron la República Federal, y comenzaron a elaborar un proyecto de Constitución, que nunca llegó a promulgarse, dada la breve duración del régimen. El artículo 1º del proyecto constitucional, establecía que España estaría constituida por diecisiete Estados federados: Andalucía Alta, Andalucía Baja, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Cataluña, Cuba, Extremadura, Galicia, Murcia, Navarra, Puerto Rico, Valencia, Regiones vascongadas.
El sector de los federales que eran partidarios de la proclamación inmediata de los cantones para construir desde ellos y por acuerdos libres la federación que constituiría España, aceleró el proceso. Las ciudades comenzaron a proclamar la independencia, cobrar impuestos y levantar milicias. Llegaron a proclamarse más de treinta cantones. La capital de provincia se separaba de Madrid y las pequeñas ciudades hacían lo mismo con respecto a la capital de provincia. El 12 de julio, Cartagena proclamó su independencia, extendiéndose el movimiento por Levante, Andalucía, Ávila y Toledo, tomando un carácter de federalismo intransigente y de revolución social. Comenzaron los levantamientos de unos contra otros, por ejemplo: Jumilla contra Murcia, Utrera contra Sevilla, Coria contra Cáceres, Betanzos contra La Coruña. En Alcoy las fábricas fueron destruidas por los obreros. En Granada la primera medida adoptada fue imponer una multa a los ricos.
Fracasado el federalismo, el gobierno presidido por Nicolás Salmerón tuvo que recurrir al ejército para sofocar las insurrecciones cantonalistas, que, unidas a la guerra carlista y a la sublevación de Cuba, sumieron al país en el caos e impidieron acometer tarea constructiva alguna.
La República se diluyó en su propia incapacidad. Cuando el Congreso trataba de encontrar el quinto presidente en once meses, el general Pavía -que nunca entró a caballo en el Congreso- sugirió a los diputados que se disolvieran, a lo cual accedieron sin oposición. Mientras tanto, Cánovas del Castillo preparaba el regreso al trono de la dinastía de Borbón, que había sido destronada en 1868. El reinado de Alfonso XII daba inicio al periodo conocido como la Restauración, que sucedía al convulso Sexenio.
Que el lector extraiga la moraleja.
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