He llegado a 2021

Ave Fénix

JOAQUÍN ECHEVERRÍA ALONSO

He llegado a 2021, hemos llegado la mayoría, algunos, bastantes miles no llegaron pese a que parecía no les había llegado su momento. Según las series temporales de defunciones esos 70.000, mil arriba, mil abajo, no llegaron a 2021 pese a que no parecía que hubiera llegado su hora.

No me da demasiada pena la muerte, nunca me dio demasiada pena, ni siquiera la de mis padres o mi hijo, el que falleció en 2017. Pero sí me da una inmensa pena la muerte de aquellos a los que les llegó en el desconsuelo de la soledad, de la desesperación, de no poder recibir consuelos espirituales. La pena de los que no estuvieron rodeados de sus hijos, o en compañía del cónyuge o de sus hermanos y padres. Esas muertes me dan mucho dolor, no por la muerte, sino por la soledad, el desconsuelo o la desesperación. Deseo que la muerte, cuando llega, sea cargada de esperanza y de amor.

Pero ahora que ya pensé demasiado en la muerte, me queda la vida, los que quedamos, los que viviremos el presente, día tras día, año tras año ¿Quién sabe?. No importa cuánto queda, importa que ese presente, dure lo que dure sea venturoso.

Y entiendo como presente venturoso a aquel presente cargado de esperanza, porque la alegría, la felicidad no la interpreto como una vida llena de bienes, de riquezas, de capacidad de consumo. No es que no aprecie la capacidad de consumo, que la aprecio mucho. Me refiero a una felicidad, una alegría, fruto de una esperanza de un futuro mejor para los nuestros, a los que queremos y me gustaría pensar que quiero a muchos, muchos, no a los próximos sino a todos los que soy capaz de concebir en mi imaginación.

Tengo la impresión de que es difícil esa alegría en el día a día, fruto de la esperanza de un futuro mejor, cuando vivimos llenos de miedos. Miedo a la enfermedad, miedo al contagio, miedo al encuentro inoportuno con extraños que nos pasan cerca o incluso al roce con amigos a los que rehuimos por miedo al contagio.

Creo que un factor de alegría para nuestro presente es la esperanza de la solución de las soluciones: la vacuna. Creo que el mejor efecto de la vacuna es la alegría que da el pensar que nos van a librar de la enfermedad. Pienso que realmente si esa vacuna nos permite liberarnos del miedo y pasar a hacer una vida como la que hacíamos hace sólo un año y que la actividad económica vuelva poco a poco a permitir a las personas ganarse la vida, esa alegría que nos proporciona en este momento la vacuna podrá seguir estando presente en nuestras vidas en todo momento.

No me formo una opinión sobre si las vacunas nos van a evitar los contagios. Supongo que sí, no sé qué efectos adversos podrán tener y diría que casi ni me preocupa, pero sí quisiera ver a la gente vivir y relacionarse y perder el miedo.

Ya hemos visto demasiadas sociedades en España en las que el miedo paralizó las lenguas y evitó que la gente se atreviera hablar en el día a día con libertad, o que no se atrevieron a usar las cabinas para que nadie viera a quién estaban votando, porque se suponía que había comisarios políticos espiando a quien se atrevía a buscar privacidad al meter la papeleta en el sobre.

Alguien dirá que aquel miedo estaba justificado, porque la muerte acechaba. Hoy veo el miedo en tantos amigos a los que no puedo frecuentar y sólo se justifica porque me tienen miedo, tienen miedo a que los contagie, y me duele mucho ser portador de ese miedo que veo en las personas a las que quiero.

En resumen, si la vacuna o cualquier cosa que se haga nos quita el miedo, habremos dado un gran paso adelante. El siguiente paso es exigir a los gobiernos que no nos maltraten, que no nos desinformen, que no pongan por delante los derechos de colectivos insolidarios, como separatistas, terroristas, o personas antisistema que parasitan al resto de los ciudadanos, que no permitan la inmigración sin control sanitario, ni de ningún tipo.

En esta ruina que estamos viviendo, además de alegría para afrontar la catástrofe en la que estamos sumidos, también es necesario que podamos afrontar la actividad sin la interferencia de personas no integradas en nuestra sociedad, que no respetan nuestras leyes y que por su situación y carencia de estabilidad ponen en peligro la comodidad de las vidas en los barrios de los conciudadanos más desfavorecidos.

En resumen, deseo que la esperanza cubra y anule el pesimismo en el que creo ha caído la sociedad española.


Publicado por Joaquín Echeverría Alonso

Ingeniero de minas . Aficionado a contar historias más o menos reales.

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