El pasado 1 de febrero publicamos la segunda edición de ‘El sumario del agravio’, sección en la que repasamos de forma somera algunos de los escándalos que el actual desGobierno y los suyos brinda a España a diario.
Cuán grande fue mi sorpresa cuando, a los pocos minutos de anunciar la nueva publicación a través de un post en Instagram, advertí los siguientes mensajes:

‘Maldito Bulo‘, medio íntimamente ligado a quiénes ya todos ustedes saben, “censura” nuestra publicación bajo la premisa de que difundimos un bulo relativo a María Jesús Montero. Les reto a leer ‘El Sumario del agravio’ y encontrar una sola mención a la menestra portacoz.
Ni siquiera mencionamos a la campana extractora, y aún así los “verificadores” alertan a todos los usuarios de Instagram sobre nuestro presunto afán de desinformar. Además, ni siquiera otorgan la posibilidad de apelar.
Los “verificadores” de la información hacen mal su trabajo, fallan y el damnificado no tiene derecho alguno a recurrir esa decisión. El “censurado” está indefenso ante el censor, casualmente cuando se hablan de escándalos del Gobierno. Curioso, ¿no?
Podríamos entrar a valorar las consecuencias éticas, e incluso legales, del hecho de que los trabajadores del orwelliano ‘Ministerio de la Verdad’ sean, no sólo permitidos en la red social, sino empleados de la propia plataforma.
También cabría caer en la inevitable reflexión: ¿quién verifica al verificador? Sin embargo, eso supondría introducirse en un bucle infinito sin respuesta final, pues la Verdad es una.
El tema de la censura y el actual Gobierno es muy socorrido. No obstante, voy a huir de él, pues pienso que en ocasiones la sociedad divaga en exceso y termina cayendo en conspiranoias alejadas de la realidad.

Dejemos atrás la introducción y comencemos.
En 1984 se estrena la célebre ‘Terminator’, película estadounidense dirigida por James Cameron y protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Anecdóticamente resulta curioso que el año de estreno sea precisamente 1984, y que el futuro sea 2029, no tan lejos de hoy.
Como esto no es Flimafinity, de la película únicamente diré que se desarrolla en torno a una “rebelión de las máquinas”.
Es imposible no ver el paralelismo con nuestra sociedad actual. Aunque en ‘Terminator’ las máquinas dirigen la Tierra de forma física, ahora ya hemos conseguido que gobiernen nuestras mentes.
Y no sé qué es peor. De lo primero por lo menos es seguro que tienes constancia de ello. Mientras que de la BigTechnocracia consumada, la mayor parte de la masa desoye las evidencias y se cree libre cuando verdaderamente no lo es.
Si por lo menos estuviéramos bajo el yugo de personas físicas tendríamos la capacidad y oportunidad de rebelarnos, pero, ¿cómo subvertirse ante un ordenador?
Cuando tu única fuente de conocimiento proviene de Internet, cuando todo lo quieres “masticado”…algo está fallando en el Sistema. Hay quién se pregunta si somos verdaderamente libres si el destino está escrito. No entraré a filosofar. Pero lo meridiano es que si la Verdad nos viene dada, y la masa es incapaz de perseguirla, no somos libres. ¿Quién es el culpable de todo esto?
No queda otra que entonar el mea culpa colectivo como parte del rebaño que todos conformamos. Es necesario reflexionar acerca de lo que hemos hecho todos y cada uno de nosotros en los últimos años para llegar a este punto, en el que hemos otorgado, no sabemos bien a quién, el poder de decidir qué es noticia y qué no, y cuándo lo es y cuándo no.
Sin embargo, esa reflexión autocrítica es perentoria. El tiempo no es infinito y la espada de Damocles se cierne sobre nuestras cabezas deseando aterrizar.

Ya que las “máquinas” actúan podrían hacerlo al menos de forma correcta. Pero encima fallan. Cuando un algoritmo programado por alguien determina qué es digno de ser calificado como verdad la democracia está en riesgo. Si además el algoritmo es desacertado, la ‘democracia’ no existe.
En conclusión, James Cameron se quedó corto. El cliché nos dice que la realidad suele superar a la ficción. No iba de control físico, se trataba de control mental.
“Llegará el día en que será preciso desenvainar una espada para afirmar que el pasto es verde”
Gilbert K. Chesterton
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