Seguro que todos ustedes son capaces de terminar el comienzo de la popular y versátil frase popular que titula este artículo.
“Dime con quién andas y te diré quién eres” es un refrán cuyas connotaciones varían sustancialmente en función del contexto en que sea empleado. Sin embargo, grosso modo podemos afirmar que hace referencia al hecho de que la mejor forma de conocer realmente a una persona es analizando sus relaciones, compañía y círculo social en que se mueve.
Bien, a menudo afirmo que Twitter no es, por fortuna, una representación lo suficientemente fidedigna de la sociedad. No obstante, sí puede llegar a representar un marco determinado de una realidad social concreta.
La realidad social concreta a la que voy a hacer referencia en las siguientes líneas tiene nombre y apellidos. Pablo Iglesias Turrión, Vicepresidente Segundo del Gobierno de España.
El monosabio Iglesias es Vicepresidente y ministro de uno de los principales países del mundo, en el peor momento que la democracia española recuerda. No sería osado establecer un silogismo entre los cargos que ostenta y el momento en que le han llegado con una imperativa falta de tiempo libre u ocio. Y esto dejando a un margen su paternidad y los cargos orgánicos que posee en Podemos…
¡Pero Iglesias nunca defrauda! El líder de Podemos está hecho un tuitero. No hay día en el que no lance mensajes que no guardan relación alguna con sus responsabilidades públicas, desde recomendaciones cinéfilas al autobombo de producciones propias.
Obviaré en mis comentarios lo oportuno o no que pueda llegar a ser la presencia desmesurada del Vicepresidente del Gobierno en las redes sociales, pues quiero poner el foco en aquello que considero más importante.
De un tiempo a esta parte se ha convertido en algo habitual que Pablo Iglesias y la formación que lidera bloqueen a todo aquel usuario que no les baile el agua. Llevan más allá ese fomento de la construcción de una falsa coraza y ni siquiera permiten respuestas a sus mensajes.
Mediante ese tipo de acciones convierten lo que podría ser un foro de debate, que promoviese el pensamiento crítico entre la ciudadanía, en un continuo mitin propagandístico. Prefieren alimentar la infantilización de sus potenciales votantes, trivializando conflictos reales y tratando como fundamentales temas absolutamente banales.
Iglesias y Podemos bloquean a cualquier perfil “contrario” a su doctrina. Pero hay gente con la que sí desean estar conectados y establecer vínculos sociales. Personas de dudosa reputación como la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, delincuente internacional perseguida por DEA, FBI o Interpol.
Si bien es cierto que el acercamiento tuitero del señor Iglesias a la criminal chavista no alarma a nadie 12 meses después de que uno de sus compañeros de Gobierno, el señor Ábalos la recibiese con honores en el aeropuerto de Barajas, territorio donde tiene prohibido poner pie. Los continuos escándalos del binomio ‘Sánchez-Iglesias’ nos han inoculado el olvido frente al execrable ‘Delcygate’. Aquí estamos nosotros para refrescar la memoria colectiva.

Desde Podemos y sus terminales se abandera la lucha en la búsqueda de la libertad de expresión. Al mismo tiempo ignoran cualquier estímulo mínimamente juicioso. El cinismo es tan evidente que comentarlo es innecesario. Prosigo.
Cuando alguien adquiere cierta influencia y descarta rodearse de una crítica mínima es un altanero ególatra. Y es cierto que el ego no es algo malo en sí mismo, pero cuando tienes poder y de tus decisiones, si es que Iglesias toma alguna, dependen las vidas de millones de personas, es deseable que ese ego esté mínimamente diluido y seas capaz de mirar más allá de tus zapatos.
En conclusión. No quiero elevar a categoría política la anécdota tuitera. Ahora bien, el comportamiento de Pablo Iglesias y los suyos en las redes sociales es un síntoma más de su pulsión autoritaria.
Cuando un político no acepta la crítica pronto tratará de silenciarla. El siguiente paso será “cerrar” los canales de transmisión de lo que consideran disidencia. Más tarde, la perseguirá.
“Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada”
Noam Chomsky
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