Teresa vivía en Villalba de Lugo, realmente no en la villa de Villalba, si no en una aldea próxima, una aldea de viviendas bastante dispersas. Teresa había sacado recientemente una oposición a Maestra Nacional. Era su primer destino… lo que vamos a contar ocurre a finales de los años veinte en la Galicia rural.
La semana laboral de Teresa era de 6 días, por aquellas fechas solamente el domingo era no lectivo y lo pasaba en la villa. El resto de la semana estaba en la aldea y se relacionaba con las pocas personas que vivían en el lugar, particularmente con sus alumnos, también recibía consultas y atenciones de los padres de los alumnos.
Teresa se había criado en Oviedo, pertenecía a una familia numerosa y la vida solitaria le resultaba poco motivadora. En sus horas libres se buscaba actividades que le sirvieran de entretenimiento, algunos días acompañaba a la criada de la casa a recoger la leche, o a hacer algunas compras al comercio local, que hacía las veces de taberna, centro de reunión de hombres y supermercado.
En general la gente de la aldea era simpática, pero no dejaba de haber alguna persona hosca, en concreto había un hombre de mediana edad, llamado Bonifacio, de conducta asocial y más bien temido por sus vecinos, en particular por las chicas jóvenes ya que en alguna ocasión había tenido asuntos con la Justicia, por abusos o intentos de abuso.
Una tarde ya anocheciendo Teresa y Fina, que así llamaban a la joven criada de la casa, se dirigieron a la taberna local a realizar algún encargo y se entretuvieron en el camino, ya anochecía y los setos estaban cubiertos de luciérnagas ¡Qué divertido resultó llenarse el pelo de ellas! Mientras se distraían, haciéndose comentarios sobre cómo resultaban, vieron a lo lejos venir a Bonifacio, y aunque no estaban lejos de la taberna no les hizo ninguna gracia el encuentro.
Claro que al ser dos, la una infundía confianza a la otra, además Teresa con algo más de mundo tenía más confianza en sí misma. Esperaron ver pasar a Bonifacio dándole la cara y cuál no sería su sorpresa al ver que Bonifacio no se percató de su presencia hasta llegar a unos metros de ellas, su reacción fue desconcertante, dio un grito y salió corriendo despavorido, desapareciendo en la distancia.
Teresa y Fina continuaron su camino sin detenerse y al llegar a la taberna las sorprendió un gran revuelo. Varios hombres rodeaban alguien que estaba sentado en un banco corrido, apoyando sus manos y su cabeza en la mesa. Todos a la vez intentaban reanimar al desgraciado, con palabras unos con gestos otros. Toda la concurrencia se empeñaba en que tomara una copa de orujo.
Bonifacio aseguraba que acababa de ver a La Santa Compaña.
Fina se asustó mucho, Teresa más serena se ocupó de los recados y ambas se encaminaron a casa. Por el camino Teresa reconfortaba a Fina que no recuperaba la serenidad.
-¿Pero no ves que fuimos nosotras?-, le decía.
Fina razonaba: -Bonifacio no es bueno, pero no es un hombre cobarde. Si él vio a la Santa Compaña, es que vio a La Santa Compaña-
De ese modo quedó establecido que en Villalba aún en esos días La Santa Compaña seguía visitando las aldeas… siendo la premonición de una muerte anunciada. Bonifacio tardó unos días en morir. La Santa Compaña preconizaba la muerte en la noche siguiente. Pero al fin y al cabo la muerte anunciada se había producido…
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