19 de febrero de 1979, 13:45 horas en Vitoria, Arnaldo Otegi Mondragón y Luis María Alkorta Maguregi «dando cumplimiento a las consignas y órdenes recibidas de la cúpula de ETA pm» secuestraron a Luis Abaitua, le forzaron a introducirse en el coche que otros terroristas habían robado, le taparon los ojos con «algodones y gafas oscuras» y le condujeron por diversas calles de la ciudad, «efectuando paradas y cambios de automóvil», hasta llegar «a un monte en las proximidades de Elgóibar», donde «tenían preparado un agujero o zulo, excavado en la tierra, y que consistía en un habitáculo de 2,50 metros de largo por 1,50 de ancho y 1,80 de altura, con entrada disimulada por arbustos y ramajes».
En ese inhumano zulo Luis Abaitua Palacios, de 48 años, casado y con seis hijos, cuyo único pecado había sido dirigir la planta de Michelin en Vitoria, paso nueve días convencido de que no saldría de ahí con vida.
El 24 de febrero de 1989 la Audiencia Nacional condenaba a Arnaldo Otegi Mondragón a seis años de prisión por los hechos relatados. El de Abaitua no es el único secuestro en el que el coordinador de Bildu pudo verse envuelto. Su nombre aparece en relación al rapto de Javier Artiach, Gabriel Cisneros y Javier Rupérez. No fue condenado por esos hechos por falta de pruebas. La Justicia precisa de ellas sí, aun así no es malintencionado pensar que un perverso malnacido capaz de secuestrar a un padre de familia pueda hacer lo mismo con otros tres.

Pasan los años y Otegi continúa justificando asesinatos de inocentes desde la dirección de la rama política de ETA, llámalo Batasuna o llámalo Bildu. La Justicia parece funcionar y El gordo cumple distintas penas de prisión por delitos que no entraré a valorar. Al margen de lo que dicte la Audiencia Nacional la mayor parte de España tiene claro que Arnaldo Otegi Mondragón merece todo lo malo que le pase.
Los años siguen pasando y la izquierda comienza a cambiar el relato hasta convertir la figura de un terrorista condenado en la de un “hombre de paz” socio preferente del Gobierno de España, el mismo que hace no mucho vivía bajo una continua amenaza.
Por si fuera poco, el repulsivo “hombre de paz”, que algo de psicópata debe tener, se engrandece en Vascongadas, ver los continuos ongi etorri a criminales como él, a los que ahora representa, deben ponerle cachondo así que su pasado etarra no sólo no le avergüenza sino que le otorga motivos de los que estar orgulloso. Su vileza le debe llevar a disfrutar riéndose de los que fueran las víctimas de su banda y ahora se permite dar lecciones de libertad.
Que un simpatizante de ETA se permita hablar de libertad es vomitivo. Escuchar hablar de libertad a un representante de la banda que mató a cientos de españoles llevaría a cualquier ser humano a la ira. Oír a un miembro de los pistoleros dar lecciones de humanidad llevaría a la gente de bien a desear justicia. Pero ver como un asqueroso ser que cumple todos los requisitos, y además ha sido condenado por secuestro, lanza moralinas es demasiado para mí.
Cómo hemos llegado al punto de tolerar que un etarra venga a darnos lecciones de libertad. ¿Qué coño pinta Otegi como garante de libertad? ¿quién es un secuestrador para hablar a los demás de lo que significa ser libre?
Demonios en vida siempre ha habido y siempre los habrá. No obstante el mayor problema lo tenemos con el demonio Sánchez, que se viste de Prada o de lo que haga falta con tal de seguir un segundo más en la Moncloa.
Si fuera una persona decente se le caería la cara de vergüenza al pactar con el partido de un etarra que se ríe de sus víctimas a diario. Sin embargo, Pedro Sánchez no tiene un mínimo de decencia así que en lugar de censurar a Otegi le complace acercándole cientos de asesinos que no tardarán en vivir, ellos sí, en libertad. Libertad de la que Otegi privó durante 10 días a Luis Abaitua Palacios, que nunca volvería a ser el mismo, y de la que sus amiguitos despojan todavía hoy a quien no piense como ellos.
Gordo, Justicia no siempre es sinónimo de justicia. Si lo fuera seguirías entre rejas y te ibas a reír de tu puta madre. Eso sí, menos mal que ahora pierdes el tiempo en decir qué es libertad y qué no en vez de en decidir quién la merece y quién no.
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