Y ahora qué

15M olvidados

ADOLFO GARCINUÑO GIL

La clave de la Transición fue el olvido y el perdón. Sin olvido no había perdón. Una nueva  sociedad empezaba a andar y nadie se podía quedar atrás. Con el paso del tiempo, entiéndaseme querido lector, España se acostumbró a ser llamada cada 4 años a votar, a mirar  al horizonte, a tener respeto a la ley, un mínimo respeto a los políticos, con sus más y sus  menos; tanto es así que la palabra escrache parecía un lenguaje de altas horas de la madrugada. 

La crisis de 2009 arrasó España y dejó los ingredientes necesarios para el surgimiento de un  Junta Revolucionaria nacida entre tiendas de campaña y bajo la atenta mirada de un reloj. De  entre la masa popular se fueron abriendo paso quienes vieron, entre cantos, perros y flautas,  que de aquí se podía sacar tajada y enamorados de las duchas ideológicas de 1930 consideraron  que el comunismo tenía que resurgir. Como el ave Fénix de sus cenizas. Sus posibilidades partían de su convección, de la fuerza de su ideal, del número de seguidores; una juventud  harta, condenada al desempleo. 

Empezó así una nueva etapa en la Historia de España, en la que el populismo fue una táctica de asalto al poder. Cualquier medio era bueno si la dicha se consideraba buena y a golpe de jarabe democrático a quien no tuviese el perfil impuesto por la Junta, se fue abriendo paso una marea que parecía que iba a inundar el país. 

Para defender el resurgir del comunismo no quedaba otra que acelerar el proceso de  manipulación de la Historia. Para defender esa ideología caduca no quedaba otra que  estuviese al frente el franquismo, enterrado en 1976. La revisión de la Historia, con tantos  hechos crueles en la memoria colectiva, empezó a ser la mecha de todo conflicto social. 

La política española cogió el camino del declive, sus políticos pasaron a no debatir lo que el adversario proponía, sus propuestas se descalificaban injuriándolas. La moderación pasó a decidirla la izquierda y el nacionalismo radical, y España empezó a hacer test de resistencia a su querido sistema del 78. Los nacionalismos, que siempre han aprovechado los momentos de inflexión en nuestra Historia, se empezaron a frotar las manos. El asentamiento del nacionalismo en los sentimientos fue la cornada que dejó zarandeando a España. 

Después de envenenar la política y dividir la sociedad, aquella marea ya no es más que una simple ola que ha dejado la orilla llena de espuma pegajosa.  

¿Qué hemos ganado en el camino? Trincheras y más trincheras. ¿Y? 

Pd: de la tienda de campaña al chalet y ahora qué.


Deja un comentario

%d