-Te dije que tenías que llevar el coche al taller.- Dice Pedro abruptamente.
Contesta María:
-Tú siempre lo dices todo, eso y lo contrario. ¡Hombres! siempre tenéis que decir la última palabra, además ya te dije que con el aditivo azul era suficiente.-
Pedro:
-Ah, ¿Me vas a decir que no te lo dije? ¿Tampoco te dije que el reloj de cuco tampoco funciona? Ya dice mi madre…-
María:
–Déjame en paz, ¿Crees que no tengo bastante con hacerme cargo de la avería? Claro como tú no conduces y te niegas a hacerte cargo de nada, por ti nada funcionaría y luego te quejas, nunca tomas medidas. Además puestos a preocuparse me interesa más el otro pajarito-
-Lo que faltaba, has de saber que cuando conduces voy más pendiente que tú por avisarte.
-Claro, todo lo haces atropelladamente, no pones interés en nada y te quejas de que yo no funciono. Mi madre siempre me lo dijo…-
María se exaspera:
-No me distraigas, no quiero acordarme de tu madre, bastante tengo con poner todo de mi parte y que tu te quejes de lo que no haces o no eres capaz de hacer. Creo que eso es culpa de tu madre.-
Interviene Pedro:
-Has sido muy dura, pídeme perdón, es cruel decirme eso a mí, con lo que me esfuerzo-
María:
-Te dije que te medicaras para las ocasiones y no quieres…-
María abre el capó y mira agitada.
Pedro le dice:
-Es increíble, mira los bornes, están corroídos ¿Cómo puedes andar con el coche así? Y quieres que esté contento. Mírate el pelo, lo tienes revuelto, andas sin maquillaje, yo no se…-
María:
-Déjame en paz, no ves que estoy pensando en la avería. Debe haber algún cable suelto, miraré las bujías, tráeme la linterna.-
-Siempre mandando, así como me voy a inspirar.-
-Pedro, ya sé que eres un filósofo y debemos esperar tu inspiración, pero ahora necesito la linterna y la bolsa de herramientas, así que date prisa.-
Pedro:
-Vuelves al reproche fácil, sí, es cierto que me cuesta inspirarme, pero es que tus modales de sargento me inhiben, no sabes lo que es la feminidad y además…-
María levanta la voz -Creo que es este cable de bujía que está suelto, menos mal…-
-¡María! Te estás manchando la cara, deberías verte. ¡Como para darte un beso!-
-Besos es lo que necesito ahora y menos tuyos. Anda, dame un trozo de fleje que creo tengo en el maletero.-
María:
-Menos mal, creo que ya está arreglado…-
-Pues el reloj de cuco…-
-Déjame en paz, Pedro, el reloj de cuco es tuyo, te lo regaló tu madre, así que es cosa vuestra. Y te diría… si fuera tan fácil de arreglar como el otro pajarito.-
-¿Qué dices? ¿Por qué metes a mi madre en eso?-
-Porque creo que si se metiera menos, tal vez tu podrías…-
-Déjala en paz, tienes celos porque me quiere y me cuida.-
-Yo la dejo en paz… pero no para de meterse en todo en cuanto me descuido. Fue ella la que te convenció para no tomar las pastillas azules, yo no sé.-
Pedro:
-Bueno, al fin el coche marcha, mira que has tardado, pero ¿Quién se va a inspirar contigo, si hueles a mecánico que apestas? Seguro que huele a sudor hasta tu ropa interior.-
-Pedro, eso es lo que me molesta de ti, siempre encuentras motivos, creo que te pasas la vida comparándome con tu madre, pero ella es tu madre, tú no eres Edipo y no puedes casarte con ella. Además ella seguro, seguro, que no hubiera reparado el coche, así es que o coges mañana el reloj de cuco y lo llevas a reparar y de paso te tomas esta noche la pastilla azul para curar tu pajarito o te vas buscando otra que te haga de chofer y se quede a dos velas cada noche.-
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