Acostumbrado a escribir sobre otras disciplinas, generalmente he tendido a dejar cada vez más de lado cualquier tema relacionado de forma directa con la política. No por considerarla menos interesante en comparación con los temas que usualmente trato (filosofía e historia), sino porque entiendo que la política pertenece, en el plano de la opinión y no en el de la acción, al ámbito puramente privado. No obstante, aprovechando la oportunidad que se me ha dado en este sitio, considero oportuno hacer una breve valoración acerca de una de las cuestiones más polémicas de los últimos tiempos: el concepto y la correspondiente aplicación práctica de la llamada socialdemocracia.
Lo primero y más importante de todo, a mi juicio, es comprender que la socialdemocracia se encuentra, inevitablemente, inserta dentro del modo de producción capitalista. Es decir, no es una suerte de modelo alternativo, ajeno completamente al capitalismo, sino una de las muchas formas que éste puede llegar a adoptar. Apuntar esto antes de comenzar el análisis del concepto no es casual, ya que constituye una premisa imprescindible para comprender la verdadera naturaleza del mismo.
Una vez aclarado esto, es conveniente proceder a la disección de la propia palabra. En muchos casos ocurre que proceder de esta manera no es lo más apropiado (1) , ya que acaba uno por simplificar una realidad compleja, llegando de esta forma a conclusiones absurdas o lejanas a la realidad. Sin embargo, en este caso, como consecuencia precisamente de la simpleza, tanto del concepto en sí como de su puesta en práctica, puede resultar un análisis cuando menos esclarecedor. Por ello, en primer lugar, se tratará de dilucidar qué hay de democrático en una socialdemocracia para, posteriormente, determinar si el término social es o no es apropiado para la misma.
Por último, y antes de entrar plenamente a tratar el asunto principal sobre el que va a versar este conjunto de textos, es necesario indicar que se va a intentar, en la medida de lo posible, dejar al margen ciertos factores que influyen en la construcción y representación de lo que hoy se entiende como socialdemocracia. Conceptos como posmodernismo o política de identidad van a ser obviados por considerarse transversales y no circunscribirse, en exclusiva, ni a lo social ni a lo democrático. Pese a considerarse importantes, como ya se ha dicho, para comprender mejor la idea que se quiere transmitir, su mención y correspondiente desarrollo implicaría, necesariamente, llevar a cabo análisis separados e igual de extensos los cuales, si se dan las condiciones necesarias, puede que lleve a cabo en otra ocasión. Dicho esto, comenzamos.
Continuará.
(1) Por ejemplo, el caso de concluir que el NSDAP era socialista por el simple hecho de contener en sus siglas la palabra Socialista. Si se pretende analizar ideologías complejas, como lo es el nacionalsocialismo, proceder de una manera tan simplista es absurdo. No obstante, hablando de socialdemocracia, término cercano al posmodernismo adoptado con la única finalidad de limpiar la imagen del modo de producción actual, esta opción no parece tan descabellada.
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