Esto ocurrió allá por el año 76, muerto Franco pero aún con el parlamento pendiente de disolución o en vísperas de las elecciones que terminaron siendo constituyentes, aunque no habían sido convocadas como tales. Había un gran revuelo social, bastantes disturbios y una actitud de los ciudadanos y de la policía que hoy no serían entendidos.
Era domingo y Fernando estaba en su casa de campo, acababa de trabajar un poco su pequeña huerta; la tierra estaba ligeramente mojada y sus chanclos se habían manchado de barro. Era la hora de ir a comprar los periódicos. Su ropa era apropiada para las faenas de campo, pero no se cambió para salir a la Villa.
Su casita de campo estaba algo alejada, por lo que cogió su automóvil y se dirigió al quiosco, aparcó el coche en la Plaza de los Olmos y compró cuatro o cinco periódicos como solía hacer los domingos. A la vuelta al automóvil vio que éste tenía obstaculizada la salida por otro automóvil situado en doble fila, apoyado en su automóvil había un policía nacional que charlaba con otro. Se acercó y abrió la puerta, para lo que tuvo que pedir al policía más próximo que le dejara espacio. Este vestido de faena con pañuelo al cuello, se apartó displicente. Fernando arrancó su coche pero los policías continuaban charlando sin hacer el menor caso, ni dar muestras de ninguna intención de mover su coche.
Fernando bajo la ventanilla y les dijo:
-¿Por favor podéis mover el coche? Uno de ellos contestó con un gesto sin apenas prestar atención. Pasaron unos minutos y Fernando se bajó del coche y les dijo: ¿Queréis hacer el favor de mover el coche de una vez?
Ahora sí reaccionaron los policías, que prontamente sacaron sus armas, amenazaron a Fernando, lo conminaron a apoyar las manos en el automóvil y después de cachearlo le pidieron la documentación. Uno de ellos dijo:
-Este puto rojo se va a enterar. Habló como si Fernando estuviera ausente y el policía hablara consigo mismo. El otro policía de dijo:
-Cuidado aquí pone que éste es ingeniero, el primer policía dijo: esos son los peores ahora mismo lo llevamos a la comisaría.
En ese momento coincidió que pasaba por allí Manolo que era un inspector de policía mayor, ya jubilado. Era amigo de Fernando y se sorprendió de ver cómo lo estaban deteniendo, puesto que nunca se había imaginado a Fernando cometiendo ningún acto delictivo ni nada que se le pareciese.
Manolo que se consideraba autoridad ante estos policías les dijo:
–Chavales… ¿Que hacéis?
Inmediatamente le pidieron que se identificara y sacó su carnet profesional. El más exaltado de los policías dijo:
-Un puto jubilado y no atendió a razones.
Se llevaron a Fernando a la comisaría, siendo seguidos por Manolo en su automóvil a corta distancia.
Ya en la comisaría, Manolo allí sí era conocido y enseguida se aclaró el asunto y Fernando pudo volver a su casa después de pasar un buen rato de rabia, tensión y sensación de impotencia.
Las cosas por aquellos años eran así, los abusos policiales eran frecuentes y sin la intervención de Manolo, Fernando probablemente hubiera pasado la noche en la comisaría y tal vez hubiera sufrido malos tratos.
Creo que en este caso ocurrió lo contrario, los policías fueron sometidos a un expediente, aunque sospecho que perteneciendo al cuerpo que pertenecían y teniendo esa conducta, probablemente no sería el primero ni el último expediente al que fueron sometidos.
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