Empezaremos por ambientar el contenido de este artículo. Octubre de 1934, la derecha gobierna en España tras haber ganado las elecciones en 1933. El PSOE y la Esquerra lideran la sublevación revolucionaria y separatista. El gobierno consigue imponerse salvando la república.
En Cataluña, el 6 de octubre, Lluís Companys de Esquerra Republicana, Presidente de la Generalitat, proclamaba el Estado Catalán dentro de la república federal española. La proclamación solo duró unas horas, las que tardó el ejército en hacerse con una situación, que el pueblo no secundó. Companys se rindió y Dencás, a la sazón Consejero de Gobernación de la Generalidad, huyó por una alcantarilla junto con otros separatistas. Para mayor ampliación véase el artículo publicado en esta misma sección, titulado: Octubre de 1934, socialistas y separatistas inician la Guerra Civil.
Con respecto a los hechos de 1934 los separatistas:
- Habían promovido un clima de guerra civil en Cataluña.
- Habían instrumentalizado las instituciones del Estado al servicio de la preparación del golpe de estado.
- Actuaban combinados con una revolución socialista (Madrid, Asturias) con el fin de destruir la república.
- Si el plan insurreccional previsto por el PSOE fracasaba, tenían previsto desentenderse de él, presentándolo como una revuelta espontánea. Esta táctica fue adoptada también por la Esquerra.
- Una vez fracasados aprovecharon los derechos, garantías y leyes favorables que el gobierno de la derecha (según ellos ‹‹fascista››) había defendido y conservado frente al golpe que ellos habían perpetrado. La Esquerra explotó la suspensión temporal –que no abolición- del Estatuto de autonomía de Cataluña contra Madrid, y consiguió que su demagogia o demogresca tuviera trascendencia tanto en España como en otros países.
- Ni el PSOE ni la Esquerra fueron ilegalizados y disfrutaron en su defensa de las garantías democráticas.
La combinación de audacia, surrealismo y cinismo no tuvo límites. La Esquerra y el PSOE justificaron su levantamiento como una reacción a un supuesto golpe fascista, bulo fabricado para movilizar a sus bases. En el juicio los dirigentes de la Esquerra procesados se justificaron diciendo que habían dado cauce razonable a un movimiento popular desbordado con el fin de moderarlo. Companys afirmó que la huelga en Barcelona había sido espontánea y aludió a una supuesta conspiración tramada entre la FAI (Federación Anarquista Ibérica) y los monárquicos. Extraña coincidencia.
Los jefes de la Esquerra no se habían sublevado, sino que atemorizados por posibles revueltas anarquistas y monárquicas, se habían limitado a ‹‹rechazar por las armas a todo el que se acercase al Palacio de la Generalitat››. Companys fue condenado a treinta años, siendo indultado por el gobierno del Frente Popular en 1936.
La defensa en el juicio se expresaba en estos términos: Dada la espontánea rebelión popular, ‹‹el Gobierno de la Generalitat (…) hubo de buscar un cauce jurídico y político (…) para que la alarma y la indignación de enormes masas del pueblo catalán [que no se había movilizado], no se mantuviera en una posición meramente protestativa (…) sino que aplicasen su exaltación y su fervor a una obra política constructiva››. La obra constructiva consistía en demoler la nación española.
La farsa del juicio vino acompañada por una amplia campaña nacional e internacional que la izquierda y los separatistas lanzaron para denunciar la represión del gobierno español, en la que los golpistas eran retratados como personas afables, víctimas del momento, que eran políticos consagrados al bien público. Companys fue identificado, emocionalmente por la Esquerra, con Cataluña: ‹‹Companys es Cataluña y Cataluña es Companys››.
La campaña alcanzó un notable éxito, logrando transformar un fracaso subversivo en victoria política y propagandística, hasta el punto de que estos tópicos han sido repetidos, de manera acrítica, en la historiografía y en la divulgación histórica de manera habitual.
‹‹El veredicto que nos importa es el que pronuncie en su conciencia el pueblo. Ya que nuestros defensores han hablado del juicio de la Historia, declaramos que esperamos tranquilos su veredicto definitivo, con orgullo en el corazón y la conciencia limpia›› (Lluís Companys). Siguen esperando y haciendo desesperar.
Contrasta con los argumentos separatistas el extracto del texto escrito por el periodista Agustí Calvet, alias Gaziel, catalán y testigo de los sucesos de 1934: Y los catalanes mismos lo hemos echado todo a rodar. Cada vez que el destino nos coloca en una de esas encrucijadas decisivas en que los pueblos han de escoger, entre varios caminos, el de la salvación y su encumbramiento, nosotros, los catalanes, nos metemos fatalmente, estúpidamente, en un callejón sin salida. Todo se ha perdido, incluso el honor. La culpa capital, la causa suprema de nuestra desventura, se debe a nosotros, a los catalanes todos, a Cataluña y muy especialmente a sus partidos políticos más representativos. ¡Es la pura verdad! (Extraído de la cita que J.Laínz realiza en La gran venganza).
Las elecciones de febrero de 1936 situaron en el gobierno al Frente Popular. Eran los mismos que se habían alzado contra el gobierno democrático de la República o, al menos, lo habían justificado. Pasadas las elecciones se desataron las desavenencias entre las izquierdas que formaban el Frente Popular. La euforia republicana se tornaba en violencia por semanas. La Esquerra se pavoneaba: ‹‹Las otras tierras ibéricas admiran el ejemplo de Cataluña…›› El asesinato de José Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, hacía presagiar el alzamiento militar. En reunión del Partido Socialista, Partido Comunista, UGT, Federación Nacional de Juventudes Socialistas se anunció lo que iba a venir: ‹‹Será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel››.
“Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”
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