Llevaba tiempo surgiendo un absceso en mi organismo, me lo habían diagnosticado en el verano del 90. Se me hinchó la nalga izquierda, luego se puso duro y caliente, cuando me sentaba sentía como si algo se me clavara en esa zona, era como sentarse encima de un paquete de garbanzos.
Pasé un mes de vacaciones de lo más incómodo, sin humor para hacer excursiones, ni ir a la playa, mi familia estaba pendiente de mí, la fiebre no era exagerada, pero día a día fui limitando mi actividad. Pasadas las vacaciones comencé a trabajar. En aquellas fechas yo viajaba bastante y los viajes me incomodaban, las horas resultaban interminables cuando abandonaba el trabajo. ¡Cómo echaba de menos a mi familia! Ya no disfrutaba de los paseos en las ciudades que visitaba.
Me acostumbré a pensar en mí mismo, a no disfrutar de ningún ocio, a ser fastidioso, a estar impaciente. Preguntaba sin parar: -¿Qué hora es?- Cada cinco minutos miraba el reloj.
Así estuve al menos seis meses, me pregunto: ¿Por qué no me decidí a tomar medidas antes? No es que no hubiera ido al médico, había ido, había tomado antibióticos, había tomado duchas de asiento frías. Pero no me había dejado intervenir. Mi familia se reunió en consejo, me tuvieron esperando dos horas, oía voces altas pero no entendía que decían, salió mi hija y me dijo:
-O tomas medidas o te enviamos a la casa de la Sierra y no vuelves a vivir aquí con nosotros.
Me recibió un cirujano muy amable, acompañado de una ayudante.
–Buenos días… ¿Que te pasa Joaquín?-
La familiaridad me sorprendió. Así que respondí sin pensar.
-Nada, que tengo el culo hecho un bebedero de patos-
-Pero, ¿Qué tienes?-
-Se me pone duro, se me hincha, a veces se pone caliente-
-Pero, ¿No te ha visto ningún médico?-
-Sí, me dicen que tengo un absceso-
-A bueno, vamos a ver en qué consiste ese absceso-
Llegó lo que tanto temía, me dijo:
-Siéntate en la camilla-
¿A qué venía tanta familiaridad?
-No, Antes bájate y pantalón y el calzoncillo-
¿Por qué me trataba con tanta familiaridad? Yo soy un hombre mayor y serio. Pero hice lo que se me indicaba, me dijo:
-Ponte en posición fetal-
Junté las rodillas y me puse boca abajo con los muslos bajo el vientre. El médico se puso unos guantes e indicó a su ayudante:
-Ven, a ver qué opinas-
La ayudante también se puso guantes, ella tocó y dijo:
-Está hinchado, pero no está caliente, se puede pinchar-
El cirujano dijo:
-Sí-
Me preguntó:
-¿Estás dispuesto a que te drenemos este absceso ahora mismo?-
No cabía más que una respuesta, me sentía muy poca cosa sin pantalones y tratado como un objeto, no podía decir más que sí. La médico dijo:
-Lo mejor será afeitarle la zona-
-Sí– Le respondió el médico y me dijo:
-Joaquín después de afeitarte, te echaré un spray de cocaína para dormirle la nalga antes de pinchar-
Noté como si me estuvieran echando la espuma helada de un extintor, luego supe que me toqueteaban, luego como un pinchazo sordo muy dentro. Noté que me hurgaban, pero no podía decir que me doliera y tampoco sabía a ciencia cierta lo que estaba pasando. Por último noté una ducha caliente que me cubría ambas nalgas, sentí una sensación de alivio, de bienestar. Un olor acre llegó a mi nariz, llenó mis sentidos, me gustó, era un olor almizclado. A continuación me frotaron, me estrujaron con algo que supongo serían gasas húmedas.
Luego me explicaron que al pinchar el absceso a había expulsado gran cantidad de líquido purulento. Al parecer era lo que daba ese olor y lo que me produjo la sensación de recibir una ducha caliente.
La descripción del médico me recordó a una película muda que había visto en una clase de geología en donde unos obreros manipulaban una sonda, pinchaban una bolsa de petróleo, el petróleo lo invadió todo, toda la pantalla aparecía manchada de un fluido negro: máquinas, personas, incluso ropas y caras se volvieron negras los operarios saltaban llenos de satisfacción, con el blanco de sus ojos brillando en la pantalla, la misma satisfacción que yo sentía en ese momento.
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