Somos altamente vulnerables a cualquier cosa, porque somos seres humanos. Qué cuestión tan estúpida, pensarán ustedes. Pues no, si fuese estúpida “porque lo sabe todo el mundo”, nadie caería en desgracia ni tropezaría dos veces con la misma piedra. Somos muy vulnerables, cada uno a cosas diferentes y en algunas cosas, todos.
Por qué les cuento esto, sencillo, tengo COVID. Llevo atrapado en “El búnker” (mi habitación) varios días, ya he perdido la cuenta y no me apetece hacer trabajar a mis neuronas para ofrecerles cifra exacta. Siempre fui de los que respetaban al virus aun afirmando con seguridad que a mí no me iba a pasar nada nunca, ¡ja! Pues aquí estoy, escribiéndoles desde mi cama. Estoy bastante mejor de lo que aparentan mis últimas palabras, pero qué bien se está en el colchón contándoles mi vida en prosa.
Y es que, estando estos días navegando entre síntomas, me he dado cuenta de lo que somos: Unos vulnerables. Nos creemos invencibles al escalar la más alta de las montañas y olvidamos que una simple caída puede venir con regalo.
Tal vez vuelvan a preguntarse el motivo de estas líneas, tranquilos, yo les indico que quiz de la cuestión. Respeten más los avatares de la vida y no sean cretinos en el día a día con el peligro, no se pongan toritos y vayan por la vía pública sin mascarilla porque ya se puede (aun estando abarrotada de viandantes), cuídense hombre que su cuerpo lo agradecerá. Si el mío pudiera hablar, me habría puesto la cabeza como un bombo.
Y esto último que les cuento no es ninguna estupidez, qué mal lo ha pasado estos días. Sencillamente porque me dio la gana de llevar la mascarilla en la barbilla, incluso cuando la calle contaba con suficientes personas como para tenerla que llevar bien puesta. Entiendo que llevamos castigados mucho tiempo, pero es por su bien.
Hubo algo que me disgustaba ver y era frecuente: La gente con mascarilla en el bolsillo. Lo peor no era eso realmente (que ya es grave además de chulesco entendiendo la situación), lo era su paso cerca de una multitud y no, no avistabas amago alguno de los “marajás” para ponerse la mascarilla, porque iban así con aires de marajá “hago lo que me da la gana y el resto… ¿qué es el resto?”. Yo fui idiota por confiar mi suerte a la responsabilidad del resto de viandantes, pero estos “marajás” lo son al cuadrado, ¡o al cubo!
Volviendo a lo anterior. Que no aparezca el valiente de turno a decirme que está siendo un suplicio, porque ni si quiera yo pensaba así cuando nos permitieron destaparnos en vía pública. Suplicio es una guerra, la Peste, otros eventos que sí supusieron un cambio forzoso en el modus vivendi. Es decir, no sean idiotas como yo y protéjanse del bichillo, que somos altamente vulnerables y esto aún no ha acabado.
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