El columpio. Reaparece el desaparecido

JOAQUÍN ECHEVERRÍA ALONSO

Mi abuelo Pedro es mi tercer abuelo. Es el más cariñoso, mientras me columpia me habla de muchas cosas. Tengo otro abuelo que vive junto a mi casa, encima de la tienda de mi padre, pero casi nunca voy a su casa, cuando me ve, me da una perra y me dice:

-Para caramelos, Manolín-. Pero su cariño es diferente al del abuelo Pedro. El otro, el papá de mi mamá, vive en León y sólo lo veo cuando voy con mi mamá en Navidad. La última navidad ya había nacido mi hermanito y me prestaron menos atención. Bueno… la abuela sí, a ella le gusta lavarme y peinarme. Siempre me mete jabón en los ojos. Si lloriqueo, me canta:

-Soy valiente y leal legionario…-

Cuando voy a su casa, el abuelo Pedro me habla de mi papá. A veces se pone triste e incluso le lloran los ojos. ¿Tendrá alergia? Supongo… Claro que el abuelo sólo me habla de él, de mi papá, cuando estamos solos en el columpio. A veces me dice cosas raras, cómo si mi papá no viviera en mi casa.

Un día me dijo: -Manolín, tu papá se fue a la Guerra. Insistió: –Era muy valiente y murió como un héroe en la División Azul-.

No entendí qué me decía. Mamá me dice que no me preocupe por entenderlo, que son cosas de viejos. Pero que el abuelo Pedro es muy bueno y que lo tengo que querer mucho y ser muy bueno con él.

En casa del abuelo Pedro, en el salón, hay una foto en un marco de plata. Es de un soldado, me gusta mirarla, es joven, con su bigote, su pelo rubio peinado con raya. Siempre pensé que era el abuelo de joven, pero un día le pregunté y el abuelo me dijo:

-No… es Manuel, tu padre. 

Claro que mi padre se llama Celedonio, pensé: “cosas del abuelo” y no presté más atención. En seguida nos fuimos al jardín al columpio, como siempre. La verdad es que papá en esa foto no es igual que ahora. Ahora no lleva bigote y tiene el pelo oscuro. El abuelo, mientras me balancea en el columpio, de madera negruzca, me dice: 

-Este columpio se lo hice a tu padre, cuando era más pequeño de lo que tú eres ahora, por eso me gusta tanto estar aquí contigo.

Hace unos días fui a casa del abuelo Pedro, estaba contento, me dio muchos abrazos y besos. Cuando me caí del columpio se rió. Cuando me puse a llorar me cogió, me levantó como si no me pasase nada y me dijo: 

-Manuel, los hombres no lloran y los Manueles no mueren…-. No entendí que me decía.

Esa tarde, cuando había llegado a su casa, hablaba con un señor muy delgado y de mal aspecto, vestido de soldado. Hablaban como si se conocieran mucho y el extrañó se calló cuando me vio y dijo: 

-¿Es él?

 El abuelo asintió, el extraño dijo:

 -¡Qué guapo!- y no dijo más.

El extraño no me gustó, me pareció que estaba muy excitado, los ojos se le salían de las órbitas, luego se puso triste y no miraba a ningún sitio. Fue entonces cuando el abuelo me llevó al jardín y me balanceó en el columpio. Enseguida me dijo: 

Es mejor que te vayas a casa… vino un amigo que no veía en años y quiero hablar con él-. Protesté, pero me dijo impaciente: -No Manolín vete ya, tengo cosas que hacer-.

Cuando llegué a casa, mi mamá me dijo: -¿Qué le pasa al abuelo, por qué vuelves tan pronto? Vaya, espero que no se haya puesto malo, que no vuelva a esa nostalgia del año pasado-. 

Le contesté: -No mamá, estaba muy contento, estaba con un señor que se parecía a la foto del abuelo cuando era joven-.

De noche me acosté pronto, mi mamá y mi papá conversaban en el salón. Hubo alguna voz más alta que otra, me desperté y fui a ver que ocurría, pero no llegué a entrar. Oí también al abuelo y al soldado. Me quedé escuchando, mi abuelo rara vez venía a mi casa, aunque vivía justo al lado. Escuché detrás de la puerta, mi papá estaba muy enfadado, por la rendija lo vi acalorado y levantaba la voz. Alcancé a oír varias frases.

El soldado dijo: -La ley me ampara, vuestro…- 

No oí bien la frase. Sigue el soldado: -Yo sigo vivo-

Medió el abuelo Pedro: -Debéis comprender…- No entendí, siguió: -Así todo cambia… -.

Papá lo interrumpió: -No haber ido a la guerra…– Siguió: –Y tu a buscar la gloria…-.

Papá siguió hablando: -Manuel eres un calavera-. 

Interviene Mamá: -Creíamos que habías muerto… Gime, –No diste señales de vida…-, ella rompe a llorar, -Además, está Zeledón… ¿Qué hice?, Dios mío, ¿Qué hicimos…?-.

El soldado dice con voz chillona: –Yo hice lo que debía… la Patria… ¿Tú sabes que es la Patria…?-.

El abuelo se hace escuchar con dificultad, todos hablan a la vez. –Debes comprender… su matrimonio es anterior…-.

Pero papá es el que más grita y el más dominante: -Ya está bien de monsergas… ¿Cuanto quieres por…?-.

El soldado responde: -Me faltas a mi honor, pero…-.

Sigue una larga discusión entre el soldado y mi padre. El abuelo está como mudo, de pronto lanza una frase: -¿Habrase visto…?– y se calla.

Mamá está callada escuchando y al fin dice: -Manuel por Dios, escucha… él puede… ¡Qué escándalo…!-.

El soldado habla como si pensara en voz alta.

-Escándalo es lo que os merecéis… olvidarme así… mi vida ha sido…

El abuelo interrumpe: -Mi hijo no tiene precio-.

Mamá clama: -¡Por Dios Manuel, por tu hijo, por el amor que nos tuvimos!-.

Oí al soldado diciendo: -Establecerme en otro sitio…-.

No oí más, mi mamá me descubrió, salió hecha un mar de lágrimas, me llevó a la cama y se quedó conmigo. Esa noche durmió en mi cama y así desde entonces.

Mi papá está bastante enfadado y le habla duro a mamá. Se dicen cosas por lo bajo, cómo si no quisieran que yo los oyera, como si él exigiera algo y a ella le costase decir no.

Últimamente no voy a casa del abuelo casi nunca, mi mamá me sujeta en casa y me aburro bastante.

Ayer estuve con el abuelo, había quitado la foto antigua del marco de plata y había puesto una mía. Cuando le pregunté porqué lo había hecho, se puso a llorar cómo yo no recordaba. ¡Pobrecito, está tan viejo! Luego se sobrepuso y me dijo:

-Manuel voy a quitar el columpio, está muy viejo, ya te haré uno nuevo, uno especial para ti.


Publicado por Joaquín Echeverría Alonso

Ingeniero de minas . Aficionado a contar historias más o menos reales.

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