Lo que vengo a contarles en esta ocasión no es más que el escaparate de la vida misma en el mercado laboral y en diferentes circunstancias vitales de mayor o menor envergadura. De hecho, muchos de ustedes lo habrán vivido, padecido o…sido la batuta que marca los compases de esta cuestión.
Yo he sido, casi siempre, un individuo que ha partido de la amabilidad y llevaba consigo la honorable intención de hacer sentir bien al mundo. Y resulta que el mundo está lleno de lobos hambrientos, pero eso me ha costado verlo. Soy muy joven, que no un crío, por ello me tranquiliza la idea de saber que me queda terreno de prácticas por recorrer. Hoy ha sido un día en el que, tras idas y venidas laborales y no laborales, he caído en lo que caen muchos y otros no: hay que comportarse como un lobo, que no serlo.
“O sea que vas a ser tan miserable como aquellos que pisan a otros y su trabajo para alcanzar tus metas”, pues no estimados. A continuación, les explico con mayor detalle a lo que me refiero. Un lobo es un trepa, al menos así quiero que lo sea en esta explicación (reprogramen sus mentes durante unos minutos, dejen de leer para entender si es que lo necesitan), y un trepa se come todo y a todos para alcanzar sus metas, carece de humildad y sensibilidad para razonar lo que sus vergüenzas causan en el compañero, hermano, primo… Y es por esto por lo que digo que no hay que ser un lobo, sino comportarse como un lobo, explico más.
Alguien que hace gilipolleces es un gilipollas, alguien que fuma es un fumador, alguien que pone los cuernos es un miserable, alguien que cumple con la doctrina cristiana es un cristiano. Visto esto llegamos inmediatamente a un aspecto que resulta, como extensión, de lo anterior. Nosotros (quienes quieran sobrevivir en esta realidad llena de lobos) no vamos a abrazar el tronco, tan sólo palparemos sus ramas. Es en las ramas donde está el truco: adoptar ciertos comportamientos como un lobo, pero no serlo.
Es decir, ser justos, pero con picaresca. No pisar a nadie, pero no dejar que me pisen (con lo que pueda conllevar). Recuerden algo siempre: primero yo, después yo y, tras ello…yo. Durante el proceso anterior atenderemos a necesidades ajenas que puedan ser de importancia para el prójimo.
Esperando que hayan entendido mi explicación, cambio de tercio, pero no de tema. En el mercado laboral se vive el típico: “último tonto” (el dicho oficial no es este, pero ya saben cómo está el patio) y a mí me ha costado darme cuenta, aunque siempre tuve ese olfato que me advertía de que, a veces, uno se está aproximando al fango, aunque en el escaparate todo luzca como en el mejor de los palacios.
Por ello, no sean inocentes y coman de la mano del primero que se la ofrezca. Acepten un trocito puesto que no hay que ser desagradables, pero tampoco se excedan, por dos motivos: en el caso de ser un acto honesto y sincero, por educación; y en el caso de ser un lobo, por supervivencia.
Aquellos que me han acompañado hasta aquí por exceso de caridad, humildad o simpatía (dado que es un tema muy conocido y esto es llover sobre mojado), he decirles que no es nada nuevo todo esto. Pero oigan, ¿a que siguen fallando? Pues eso, que a todos nos gusta gustar y, ante la simpatía del falso…nos cuesta sacar pecho y mostrar firmeza.
Me gustaría, entonces, que entiendan que esto es un recordatorio para unos y un humilde intento de enseñanza para otros. No sean lobos, tan sólo adopten su estilo (cuando se requiera) para no ser presa, que lo malo se pega con pasmosa facilidad en esta; una realidad llena de lobos.
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