Lector empedernido de Orwell y Solzhenitsyn, y sin duda un individuo que no deja indiferente a nadie por ahí donde pasa. En noviembre de 2018 leí en el periódico El Mundo una entrevista de Jordan B. Peterson, que visitaba España durante unos días con motivo de su libro: 12 Reglas para vivir, del que personalmente no conocía su existencia hasta ese momento.
El contenido de la entrevista me llamó la atención, su mensaje triunfa sobre todo en jóvenes de 20 a 35 años, y crea revuelo en la mayoría de estratos, así que decidí leerlo y juzgar yo mismo su contenido.
El que fuera limpiador de platos y trabajador de un molino pasó casi 20 años en la Universidad antes de acaparar la atención internacional. En septiembre de 2016, Peterson publicó un par de vídeos en los que se oponía a una enmienda a la Ley de Derechos Humanos de Canadá que, según él, podría enviar a alguien a la cárcel por negarse a utilizar un pronombre de identidad de género inventado. Peterson llegó a declarar ante el Senado canadiense y se ha convertido en uno de los principales críticos del posmodernismo en los campus norteamericanos.
Las reglas del libro son aparentemente sencillas: desde “ponte recto con los hombros hacia atrás” hasta “no molestes a los niños cuando estén patinando”.
A riesgo de una grave simplificación, el libro se basa en la visión no lineal del mundo que suele asociarse con el concepto taoísta del yin y el yang. En este caso, sin embargo, el yin y el yang se convierten en orden y caos, y el fundamento espiritual no es la filosofía oriental, sino los relatos de la Biblia judeocristiana.
El Dr. Peterson es un pirrónico, aunque nunca utiliza ese término ni hace ninguna alusión al famoso filósofo que viajó con los ejércitos de Alejandro Magno a la India. El pirronismo rechaza todo dogma porque, si bien el dogma enuncia una creencia, al mismo tiempo enuncia una no creencia. Por eso las leyes tienen inevitablemente lagunas, las normas siempre tienen excepciones y el lenguaje es a menudo una convención inadecuada para transmitir ideas.
En el corazón del taoísmo, del pirronismo y, de este libro, está el reconocimiento de que todo en la vida y en el universo es una dicotomía. Hay un pro para cada contra. Hay dos caras en cada moneda, perspectiva, historia… Por eso todo argumento dogmático, como sostiene Peterson a lo largo del libro, contiene contradicciones internas.
El dogma que rechaza con más fuerza es la ideología, sobre todo la de tipo sociopolítico. Rechaza toda la ideología, pero especialmente el relativismo y la ideología ciega, tanto de la izquierda liberal progresista como de la derecha libertaria. Y lo que más le disgusta de ambas ideologías es la finalidad de sus partidarios. Más que nada, parece que Peterson cree en el crecimiento consciente y en la evolución continua tanto como un hecho de la vida como la respuesta deseada a sus desafíos.
Y ahí radica, creo, el único punto débil de la visión del mundo de las “12 reglas para la vida”. No es errónea en sí misma, pero presupone que todas las demás ideologías son esencialmente fallidas y fijas. En otras palabras, dicha ideología es inherentemente defectuosa, negando el valor de cualquier debate.
Al final, la visión dicotómica del mundo que está en el corazón de las doce reglas de Peterson, creo que es la correcta, siempre y cuando no excluyamos todas las demás visiones del mundo y su ideología. Tiene razón en que la plenitud se encuentra en la frontera siempre cambiante entre los dos lados de la dicotomía. La regla de las reglas, por tanto, es “tener un pie firmemente plantado en el orden y la seguridad, y el otro es el caos, la posibilidad, el crecimiento y la aventura”.

Hay dos puntos principales que me llevo de este libro:
1. Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, empieza por ti mismo. Cuantas más personas individuales empiecen a mejorarse a sí mismas, el potencial para que el mundo sea un poco mejor aumenta.
2. Debemos vivir en la línea entre el orden y el caos. Necesitamos ambos para que la sociedad funcione. Tenemos que crecer y adaptarnos sin deshacernos de las tradiciones y las estructuras tradicionales, que pueden ser muy importantes.
Tras su lectura debo confesarles que personalmente creo que el contenido no justifica la longitud del libro. Pero sin embargo, es un libro bueno y bien escrito (aunque a veces abusa de erudición para justificar sus reglas). Está repleto de anécdotas y referencias, desde los relatos de su educación en la pradera canadiense, hasta sus referencias a las grandes mentes de la historia, desde Sócrates hasta Nietzsche y Dostoievski.
“Cuando tienes algo que decir, el silencio es una mentira”
Jordan Peterson
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