Aquiles en la Ilíada: «Todo es vano, excepto reinar sobre los dioses».
Benito Mussolini: «Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra él».
El siglo XX sufrió el sometimiento al totalitarismo, encarnado en los tres regímenes políticos del mal, que se sucedieron en este orden: comunismo, fascismo y nacionalsocialismo. No surgieron de la nada. Su génesis común se inició dos siglos antes.
Dada la evolución que sigue el globalismo progresista hacia el totalitarismo universal, en camuflada versión neocomunista, vamos a intentar refrescar sus pretensiones clásicas y actuales, para estimular el olfato, facilitar su detección.
Mientras las tiranías clásicas aspiraban a dominar el cuerpo y controlar la opinión manifestada en público, los totalitarismos, van más allá, pretenden poseer las almas.
Los totalitarismos son religiones profanas. Ocupan en las almas el lugar de la fe y la salvación queda situada en este mundo, que llegará en un futuro, que nunca se hará presente, como se ha podido comprobar. Pretenden establecer un “ser humano nuevo”; una “era nueva”; un “nuevo Reich”; hacer del pasado “tabla rasa”; crear un mundo inédito gobernado por un ser humano nuevo en una «sociedad perfecta».
El totalitarismo no conoce límite, todo le está permitido porque representa la verdad absoluta, Pretende reducir la diversidad humana a un único modelo en el que el individuo en soledad, desestructurado, sin normas, desligado de grupos orgánicos primarios como la familia, se reduce a ser un grano de arena del montón de arena constituido por las masas desarraigadas, a las que, previamente, les han hurtado sus raíces culturales. Este individuo, cual tabla rasa, vacío de contenido, se parece a un recipiente, siempre dispuesto a ser llenado por cualquier cosa.
Como su fin es absoluto (no hay nada ni nadie superior) justifica que se recurra a todos los medios: la violencia puede ser una necesidad ética porque se utiliza para la finalidad «redentora» de la sociedad futura, que nunca llega. La eliminación del adversario es condición necesaria para la culminación del proceso a futuro.
La esencia del totalitarismo fue el terror y la purga permanente. «Sería una gran vergüenza mostrarnos dubitativos y no fusilar por falta de acusados» (Lenin 1919). Practica un proceso de liquidación colectiva, más que individual. Se es liquidable por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social o profesional; se clasificaron como enemigas a categorías enteras de personas solo por pertenecer a una clase social, a una raza, a una nacionalidad, previamente convertidas en «ex personas». He aquí dos citas obra de Trotski: «La cuestión de saber a quién pertenecerá el poder no se resolverá con referencia a los artículos de la constitución, sino por el recurso a todas las formas de violencia». «No entraremos en el reinado del socialismo con guantes blancos y caminando sobre un piso encerado».
El fascismo y el nazismo fueron derrotados en la guerra y condenados por la Historia. Los regímenes políticos comunistas del este de Europa cayeron con el muro de Berlín en 1989, pero no así su ideología que sigue vigente y renacida, gozando de prestigio y pedigrí democrático y moral. «Si como fenómeno político el monstruo ha muerto, sigue bien vivo como fenómeno cultural. Cayó el muro de Berlín, pero no en las mentes» (Jean-François Revel).
«¿Por qué el negacionismo es definido como un crimen cuando se refiere al nazismo, y no lo es cuando se escamotean los crímenes comunistas…La razón consiste en que a los ojos de la izquierda subsisten buenos y malos verdugos» (Jean-François Revel). El comunismo, bajo un falso maquillaje democrático, se autolegitimó aprovechando el hecho de haberse enfrentado y derrotado, junto con el occidente democrático, al nacionalsocialismo. He ahí la trampa, mientras Estados Unidos e Inglaterra eran enemigos del totalitarismo desde la democracia, la URSS comunista se enfrentó al totalitarismo nazi para sustituirlo, no por la democracia sino por el totalitarismo comunista.
El nazismo puede, definirse como un anticomunismo que ha tomado de su adversario las formas y métodos, empezando por los métodos del terror. Drieu la Rochelle matiza: «Los nazis son los cínicos, porque reconocen abiertamente su violencia, su tiranía y los marxistas son los hipócritas, porque niegan desvergonzadamente las suyas».
El totalitarismo occidental se ha actualizado bajo formas aterciopeladas, un guante de seda que oculta la implacable mano de hierro que le es propia, sin renunciar a la violencia física, si es precisa, como sucede en varios países de Hispanoamérica.
Procura no parecer violento sino que se sirve de una nueva forma de servidumbre: el ser humano se ve plácidamente privado, incluso con su propio consentimiento, de su humanidad. ¿Para qué dominar por el terror si se puede hacerlo a demanda de los poseídos? Aldous Huxley lo expresa de manera clarividente: «Un Estado totalitario realmente eficiente, es aquél en el que las élites controlan a una población de esclavos que no necesita ser coaccionada, porque en realidad ama esta servidumbre». Alexis de Tocqueville lo describió llamándole despotismo democrático: «Una servidumbre reglamentada, apacible y benigna bajo un poder inmenso que busca la felicidad de los ciudadanos, que pone a su alcance los placeres, atiende a su seguridad, conduce sus asuntos procurando que gocen con tal de que no piensen sino en gozar».
El totalitarismo del siglo XXI ha renovado su técnica y sus medios: el mercado, la técnica, la comunicación, siempre que mediante medios indoloros se puedan conseguir los mismos fines. Aprovecha el oportunismo para adaptarse a las circunstancias e instrumentalizar los fenómenos sociales del presente para ocupar el poder. Los viejos dogmas marxistas se renuevan bajo otras apariencias a modo de nuevas ideologías, animadas por impulsos emocionales, que facilitan la labor de una ingeniería social intensiva, basada en la propaganda, la coacción y los hechos consumados. Es la denominada ideología progre: sustitución de la conciencia de clase por la de identidad; ideología de género; ecologismo radical; animalismo; movimiento “okupa”; leyes educativas exterminadoras del saber, así como el relativismo moral, que permite adaptar el bien y el mal a la conveniencia del momento.
El proceso hacia el totalitarismo se apodera de las decisiones políticas, hasta el punto de conseguir que entre los partidos políticos, supuestamente democráticos, exista un consenso en torno a las leyes en las que se concreta la ideología progre, mediante la asunción de las ideas que, definidas en sus agendas, foros y cenáculos, imponen las oligarquías globalistas. Esto hace, que los denominados «partidos de Estado» no presenten diferencias en cuanto a las finalidades, limitándose a discrepar sobre los medios para difundir los mismos valores y conseguir los mismos objetivos. Una muestra se da en nuestro país. Hemos escuchado anunciar la derogación de leyes de ese corte por parte del partido de la hipotética derecha cuando llegase al poder, pero una vez alcanzado éste ha mantenido todas ellas tal cual.
La democracia está en peligro. Se ha instalado la creencia de que la política puede y debe resolver e intervenir en todos los problemas, quedando su ejercicio, dada su complejidad, reservado a una élite de expertos, mientras que los ciudadanos han perdido la capacidad de control sobre ella, quedando la democracia amenazada en su esencia, aunque se mantenga una apariencia participativa bajo la celebración de elecciones, de cuyos resultados se encargará la propaganda mediática.
«Así pues, nos enfrentamos a un nuevo y temible totalitarismo, una ideología invisible, líquida, polimórfica, que desborda las tradicionales fronteras ideológicas. Un monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la razón, a las ensoñaciones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee, aunque sea una identidad imposible. Incrustado dentro del propio poder, compra voluntades, proporciona prebendas a quienes son sus cómplices y castiga con la muerte civil a quienes lo desafían» (J. Benegas, la ideología invisible). El sistema está condenado a agotarse en sí mismo o a consolidarse en el más puro totalitarismo. La negación de la existencia de la ley natural, de principios objetivos sobre los que asentar el ordenamiento social o su marginación a la privacidad autista, conlleva una inseguridad acerca de los fundamentos mismos de la humanidad. Si la definición del bien y el mal dependen de las encuestas,lo que hoy se considera pernicioso, mañana la variación de la aritmética sociológica podrá convertirlo en una excelencia moral.
«Toda utopía comienza siendo un enorme paraíso que tiene como anexo un pequeño campo de concentración para rebeldes a tanta felicidad; con el tiempo, el paraíso mengua en bienaventurados y la prisión se abarrota de descontentos, hasta que las magnitudes se invierten»
Milan Kundera. Citado por J. Benegas, la ideología invisible
«Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo»
Benedicto XVI
- Analogías varias
- Artículos
- Cambiando de tercio
- Cosas de la vida
- Crónica de la familia Chavarrías
- Duc in altum
- El Lúcido
- El Profesor
- El rincón de pensar
- El sumario del agravio
- Entrevistas
- Erasmus pocos y parió Juanola
- La dejada
- La Dolce Vita
- La iglesia de Baler
- La Razón en Marcha
- Leonardo da… Aragón
- Pura Virtud
- Reflexiones de un maketo
- Repartiendo arte
- ~8:32~