Recientemente el Parlament de Cataluña propuso rehabilitar a las catorce brujas que, en el siglo XVII, fueron ahorcadas en y por la población de Viladrau. Este tipo de noticias reactivan la propaganda que presenta a una España fanatizada por la Inquisición. La realidad es que España fue el país de Europa en que menos brujas fueron quemadas gracias al rigor jurídico de la Inquisición.
La caza de brujas ha sido un desgraciado fenómeno que tuvo lugar en Europa, especialmente a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Los datos son estremecedores. Gustav Henningsen, referencia indiscutible en las investigaciones sobre el final de la brujería en el mundo occidental, calcula que, entre los siglos XV y XVIII, tuvieron lugar en Europa unos 100.000 juicios por brujería, con 50.000 condenas de muerte en la hoguera. He ahí algunos datos ilustrativos:
Francia | 4.000 |
Suiza | 4.000 |
Inglaterra | 1.500 |
España | 27 |
Estados alemanes | 25.000 |
En Alemania el número de ejecuciones fue muy superior en las regiones protestantes que en las católicas. La cifra que da para España resulta tan específica debido al rigor y minuciosidad con la que están constatados en los archivos los procedimientos llevados a cabo por el Santo Oficio.
En España se produjo un incremento de la persecución de la brujería a finales del siglo XVI, si bien las cifras son comparativamente menores que en el resto de Europa. El hecho tuvo su centro principal en las montañas vasconavarras, aunque el origen se sitúa en la región vascofrancesa de Lapurdi, en la que fueron acusados de brujería 3.000 vecinos y 600 de ellos acabaron en la hoguera. Como consecuencia, muchos amenazados huyeron al lado español de los Pirineos, donde se generó, de forma parecida a lo que sucedía en Europa, un incremento importante de denuncias.
Aunque en 1526 el Santo Oficio en España había tomado disposiciones para evitar las prácticas desorbitadas, que rayando en la paranoia colectiva, se estaban aplicando en Europa, en Navarra, el año 1616, siguiendo la pauta de actuación francesa aplicada en Lapurdi, se volvió a introducir el delito de brujería bajo pena de hoguera. Once brujos, seis en persona y cinco en efigie, fueron condenados a la hoguera y durante dos años se arrestó a docenas de personas sospechosas.
La Inquisición, comprobada la falta de rigor en los procedimientos que se estaban siguiendo, envió al inquisidor Alonso de Salazar, que comprobó uno a uno los casos. Tras ocho meses de pesquisas, elaboró unos memoriales de más de 11 000 páginas manuscritas en las que defendía la inocencia de las supuestas brujas, considerando las acusaciones un desafío a la inteligencia, y realizó propuestas para terminar con esta superstición.
El Santo Oficio dictó el Edicto de Silencio en 1620. En este texto, la Inquisición hizo suyas las opiniones de Salazar, prohibiendo las confesiones y acusaciones públicas de brujería. En España se dejó de juzgar por brujería.
“«En España, Portugal e Italia, los países en que funcionaba la Inquisición, fueron los que menos cazas de supuestas brujas conocieron”
José J. Esparza
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