«Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas». W. Churchill |
En el neolenguaje progresaurio la palabra fascista es utilizada, a modo de estigma, por gentes que desconocen qué es el fascismo. Ignoran u omiten que la ideología que da entrada al fascismo es el socialismo.
Progresaurio: dícese de un individuo/a con postureo posmoderno/a, con imagen bien apijotada/o o bien disfrazada de pobre/a, que vive como burgués y a la vez despotrica del capitalismo; manifiesta su compromiso progresaurio/a coqueteando con la contracultura, el ecologismo furibundo, el pacifismo de salón, el indigenismo; admira todo lo que ataca a la civilización occidental; milita en el fundamentalismo feminista/o y de géneros/as; utiliza y difunde el neolenguaje que manipula el significado de las palabras; moralmente es relativista, lo que le permite establecer el bien y el mal según le conviene en cada momento; para que no falte de nada es seguidor/a del laicismo agresivo. «El progresismo posmoderno adora lo colectivo y reniega de lo individual. En la moral progre contemporánea, el apego a lo individual se identifica con el egoísmo, mientras que la sumisión a los dictados de la secta convierte al gregario en un ser solidario y desprendido». P. Molina.
Hay que hacer notar que sus opiniones, sucédaneo de las creencias, se ajustan al catecismo de la posverdad. Esta consiste en la distorsión deliberada de la realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en las actitudes sociales. Para la posverdad no importa la veracidad. Se centra en los denominados “hechos alternativos”. Mentiras, vamos. Pero con un matiz: los hechos alternativos, a diferencia de las mentiras en general, tienen detrás un potente aparato mediático y propagandístico que los respalda y que hará todo lo posible por hacer que esas falsedades parezcan explicar la realidad o, al menos, que no parezcan mentiras. (https://psicologiaymente.com/social/posverdad. Consultado: 2-04-2022 a las 18:20 h.).
En nuestros días, se produce un abuso de la palabra «fascista», aplicada, indiscriminadamente, a todo aquel cuyas ideas y opiniones incomodan al bunker progresaurio. Recuerdo una declaración, protagonizada por una señora del famoseo mediático en la que manifestaba su simpatía por la izquierda, dado que quería ser buena persona. Este prejuicio se halla instalado, a modo de infantilismo simplista, entre los progresaurios y aledaños, hasta el punto de que hay personas que votan a la derecha y lo ocultan, por el complejo de ser estigmatizados como fascistas. Nótese este hecho en las encuestas preelectorales, en las que la previsión de voto a la derecha suele ser menor que la que se produce tras el escrutinio.
En efecto, la izquierda mantiene su pedigrí como administradora de la moral, a pesar de haberse desvelado el horror totalitario que había tras el muro de Berlín, el cual sigue en pie en la mentalidad progresauria/o. La forma de adueñarse de la moral consiste en controlar el mundo de la cultura –abandonado ignominiosamente por la derecha-, por medio de subvenciones, cargos y demás gajes, que les permiten controlar el discurso mediático. Así, el intelectual solo es tal si es de izquierda progresauria, única forma de gozar de credibilidad. Este neomarxismo, en versión descafeinado-aburguesada, se camufla bajo el ropaje del cientifismo (no de la ciencia) que, utilizado a modo de fetiche, justifica la respetabilidad moral de sus prejuicios.
La división maniquea, diseñada por la progresauria, en la que la derecha queda condenada a priori, se concreta a modo de demagogia pancartera, en un elenco de prejuicios dogmatizados. A saber:
IZQUIERDA | DERECHA |
Democrática | Fascista |
Progresista | Reaccionaria |
Solidaria | Insolidaria |
Defiende a los pobres | Defiende a los millonarios |
Pacifista (que no es lo mismo que pacífico) | Belicista y Militarista |
Sostenible | Contaminadora |
Defensora de los colectivos LGTBI | Homófoba |
Resilente | Inflexible |
Tolerante | Intolerante |
Feminista | Machista y heteropatriarcal |
Honrada | Ladrona |
EL BIEN ABSOLUTO SIN MEZCLA DE MAL ALGUNO | EL MAL ABSOLUTO SIN MEZCLA DE BIEN ALGUNO |
La progresauria de salón, instalada en el aburguesamiento intelectual y vital, ha convertido a la derecha en un saco, etiquetado con la palabra fascista, en el que se arrojan, sin distinción de matices, a todos aquellos que discrepan de sus prejuicios. Para tal fin, le asiste la «policía del pensamiento», cuya misión es identificar y perseguir a los disidentes de los dogmas de la ideología progresauria, dictada por el «Ministerio de la Verdad». Una vez identificados se les somete a juicio por los proguesaurios/as mediáticos/as, regados con buen dinero desde el poder progresista. Dictada la sentencia de culpabilidad, se les estigmatiza con los consabidos sambenitos de «fascistas» y reaccionarios, que les hace merecedores de la descalificación y la burla, para terminar arrojados a la marginación mediática y social (por el momento).
«Fascista» es el transportista que no puede pagar el combustible; el agricultor y ganadero que, acosado por normativas iluminadas por el fundamentalismo climático, sale a las calles y carreteras a pedir soluciones; el periodista que no sigue el argumentario establecido por el «Ministerio de la Verdad»; el defensor de la libertad de cátedra frente a la imposición por vía, aunque legal, ilegítima de la manipulación de la Historia desde el poder político; quien discuta las leyes de ingeniería social con las que los «pseudodioses» pretenden crear un mundo imposible, a partir de la nada; Aquel que se enfrente a las leyes de educación, basadas en las doctrinas consignadas en las Agendas progresaurias, para el adoctrinamiento y corrupción de la juventud; las víctimas del terrorismo que manifiestan su dolor indignado cuando ven que el gobierno elige como socio a quienes homenajean a los asesinos de sus familiares. En definitiva, todo aquel que dijere algo que contradiga los preceptos progresaurios/as.
La cosa no termina aquí. Aplicando los prejuicios de la clasificación progre-maniquea se llega al siguiente argumento:
- La izquierda es el bien.
- Es imposible ser progresaurio y hacer el mal.
- El mal es patrimonio de la derecha, siempre fascista.
Conclusión: todo mal solo puede ser causado por alguien de derechas.
De aquí se desprende que, Putin, egregio comunista -teniente general de la Dirección de la Inteligencia Exterior del Comité de Seguridad de Estado, más conocida como la KGB, en la antigua URSS-, cuyas matanzas en Ucrania han recibido la condena general, haya sido reconvertido con urgencia, por la progresauria mediático-política, en «fascista», aunque el propio Putin justifique su invasión con la excusa cínica (típica del comunismo) de estar liberando a los ucranianos del nazismo.
La mente del marxista se fosiliza con el tiempo, la del izquierdista se vuelve esponjosa.
El izquierdista emula al devoto que sigue venerando la reliquia después de comprobar la impostura del milagro.
Nicolás Gómez Dávila. Citado por P. Molina, La dictadura progre.
«El Ministerio de la Verdad […] era diferente, hasta un extremo asombroso, de cualquier otro objeto que se presentara a la vista […] Desde donde Winston se hallaba podían leerse, adheridas sobre su blanca fachada en letras de elegante forma, las tres consignas del Partido: LA GUERRA ES LA PAZ LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD LA IGNORANCIA ES LA FUERZA G. Orwell, 1984. |
Unos siglos antes, Sócrátes fue condenado por no adorar a los dioses de la patria y corromper a la juventud, según el Ministerio de la Verdad del año 399 a.C., compuesto por los sofistas, políticos tan relativistas como mediáticos, que sabían utilizar la mentira de forma muy convincente.
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