El motivo para pedirle a Rincón Bravío que me publique un escrito es que ha llegado a mis manos un libro que considero muy interesante.
A lo largo de los últimos cinco años he vivido bajo el efecto con el que titulo este escrito. La familia de Ignacio Echeverría Miralles De Imperial, que se enfrentó al terror en el puente de Londres el 3 de junio de 2017, nos hemos visto teniendo un cierto protagonismo consecuencia de aquella desgraciada ocasión. Aparte de reconocimientos a Ignacio, en forma de condecoraciones y otros homenajes, de las atenciones de los reyes de España o de la reina de Inglaterra, hasta el mural con una imagen de Ignacio que se finalizará estos días en el instituto en el que estudió y hoy lleva su nombre. Todas estas atenciones nos han repercutido a nosotros por haber sido los receptores de lo que a él le correspondía.
También ha tenido atenciones en forma de libro o recogidas en libros. El almirante Juan Rodríguez Garat pone al Manual del usuario de la Armada Española, el sobrenombre (Reflexiones sobre el monopatín de Ignacio Echeverría), David Cerdà en su Manual de ética para valientes, en el que repasa el heroísmo, la ética y la dignidad, desde los más remotos tiempos, le dedica dos caras a Ignacio y en la carta que me escribe con el regalo del libro me dice que una gran parte del libro está impregnada por el espíritu de Ignacio.
Recientemente se ha publicado un libro contando la historia del gendarme francés que muere a manos de unos secuestradores, que es tratado en Francia como un héroe nacional, titulado: Los centinelas de la humanidad; en el prólogo de la edición española se dice algo así como: cuando leas Arnaud Beltrame puedes entender Ignacio Echeverría. Hay más libros en los que aparece Ignacio en el prólogo o como personaje de una historia fantástica en la que encarna un ángel benefactor, éste está buscando editor, espero tenerlo en mis manos pronto. Yo ya lo leí en el borrador que me envió el autor.
Pero el efecto Ignacio no se queda en lo anterior, últimamente el autor de un libro dedicado a recoger la experiencia de un guardia civil sometido al terror etarra, que está aún en la imprenta, me ha pedido que prologue su libro. Yo sé que aunque me guste escribir no soy un literato, entendiendo por tal alguien que sabe escribir. Pero dado que el autor Pedro G González me pide que lo prologue por lo que significo, que solo es ser el padre de Ignacio Echeverría Miralles de imperial, he redactado el prólogo, que copio a continuación .
El autor no sabía antes de localizarme que los dos estamos unidos por nuestro amor a Cangas de Onís. Con lo que probablemente cuando este verano sea presentado allí, podré asistir a la presentación y pedirle que me firme un ejemplar.
El libro se titula: La doble pena de las víctimas de ETA, olvido e impunidad.
La portada podría ser una composición de esta imagen.

Prólogo
Ha llegado a mis manos este libro en el que se recogen las vivencias de un guardia civil que sufrió el acoso de ETA, el peligro en el que estuvo su vida y la angustia de ver como iban cayendo asesinados por la banda terrorista sus compañeros y otras personas de bien, en las que los separatistas ponían la diana para ser asesinados. También vivió las muertes de personas que fueron asesinadas por equivocación o por darse la casualidad de que estaban en el lugar de un atentado terrorista.
Recoge las maldades y las ignominias perpetradas por los asesinos, sus inspiradores y sus familias. No quiero dejar de citar la enorme influencia de parte del clero católico, que colaboró a crear el “ambiente social”. Justificaron a los asesinos y contribuyeron a la puesta en práctica de la limpieza étnica, que supuso expulsar de su tierra a bastantes más de 100.000 personas y evitar que se instalaran en las provincias vascongadas o en Navarra personas que habían ido allí a buscar un futuro mejor.
Este libro ha recrudecido mi recuerdo del sufrimiento que provocó a tantos españoles, también a mí, aunque eso no es nada comparado con el que sufrieron los que vivieron en aquella tierra y en particular las Fuerzas Armadas, los políticos decentes y también, por qué no decirlo, el clero decente que se encomendaba a Dios pidiendo la conversión de los malvados y que fueron “perseguidos por causa de la justicia”.
Hoy sigue siendo necesario recordar a las víctimas del terrorismo, también la maldad de los asesinos y de los colaboradores necesarios, dentro del ámbito social y político que fueron imprescindibles para perpetrar el mal. Todavía hoy se hacen homenajes a los asesinos con la colaboración, por acción o por omisión, de las autoridades políticas. La cobardía se mezcla con la falta de dignidad y la venta de sí mismos de algunas personas para conseguir objetivos personales a costa de hacer escarnio del bien y la justicia.
Este libro transpira el sentimiento de una persona que lo vivió en directo. No solo cuenta y detalla el genocidio, con los datos de cada asesinato, de cada atentado. También cuenta las repercusiones sociales que este genocidio tuvo para todas aquellas personas, que se vieron extorsionadas presionadas y amenazadas y sufrieron la angustia de ver cómo sus familias, sus posibilidades económicas y profesionales y su vida se vio destrozada por tanta maldad.
Este terror no debe quedar impune, tengo la impresión de que sin la labor del autor, el guardia civil Pedro González y la de otros que no se resignan y levantan la voz ante la injusticia, terminarían ganando los genocidas, tanto los que empuñaron las pistolas, como los políticos separatistas que apoyaron aquella barbarie. La cobardía favorece a los asesinos.
Creo que lo recogido en este libro debe formar parte de los programas educativos, que se conozca también la angustia de las personas que sufrieron la maldad, la barbarie y el desprecio, para que nuestros jóvenes lo conozcan y tomen nota para que ese odio no se repita y que los malvados sufran la vergüenza y el desprecio, no los homenajes que ahora reciben.
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