El Principito lleva tres cuartos de siglo encandilándonos, pero su actualidad es más acuciante que nunca. Humanismo, naturaleza, preocupación por los demás: todos ellos son temas que recorren El Principito, pero también toda la obra y la vida de un gran escritor por redescubrir.
Antoine de Saint Exupéry nació con la aviación. De niño le fascinaban las hazañas de los pioneros. Como piloto, participó en la aventura Aéropostale en África y Sudamérica. También participó en peligrosas incursiones. Su pasión también le llevó a imaginar innovaciones técnicas y a popularizar la aviación a través del cine.
En octubre de 1926, Antoine de Saint Exupéry fue contratado por Lignes Aériennes Latécoère (más tarde Aéropostale), que transportaba correo a Casablanca y Dakar, y luego a Sudamérica. Se convirtió en jefe del aeródromo de Cap Juby (Marruecos) en octubre de 1927, y permaneció durante un año en este puesto perdido entre el mar y el desierto, en un desierto, en una privación total. En septiembre de 1929, fue nombrado Director de Operaciones de Aéropostale Argentina y se trasladó a Buenos Aires, donde abrió nuevas rutas.
Pero la vida de Antoine también está tejida de vínculos con sus amigos, los de la infancia, los de la Línea como Mermoz o Guillaumet, los del exilio, los del combate. Amistades de las que no espera necesariamente grandes demostraciones. La amistad es un estado. “Mis amigos me ayudan existiendo”, escribió a uno de ellos.
En 1935, Antoine de Saint Exupéry informó desde la URSS. Apenas denuncia el régimen soviético. Lo que le interesa son los seres humanos. En el tren que le llevó allí, observó a un niño de mineros polacos pobres que volvía a casa. Un “Mozart asesinado”, escribió. También visitó dos veces el frente de la Guerra Civil española. Una guerra que se parecía más a una enfermedad que a una batalla. “Disparamos más que luchamos”, escribe. También narra el bombardeo de ciudades y se da cuenta de que: “unifica a la población en el horror mútuo en lugar de amedrentarla”.
Antoine de Saint Exupéry llegó al norte de África en abril de 1943. Ascendido a comandante, se unió a sus camaradas del 2/33, pero no llevó a cabo su primera misión de guerra en el P38 Lightning hasta el 21 de julio. Entonces tuvo que abandonar su escuadrón y luchar para ser readmitido en el servicio activo. La autorización para combatir le fue devuelta en la primavera de 1944. Después se reunió con sus camaradas en Alghero, en Cerdeña, y luego en Córcega, en Borgo. De este aeródromo despegó la mañana del 31 de julio. Nunca regresó a la base y fue dado por desaparecido. Al año siguiente, fue reconocido como “Muerto por Francia”.
Durante más de medio siglo, la muerte de Antoine de Saint Exupéry ha sido un misterio. Su familia no sabe qué le pasó exactamente. El 7 de septiembre de 1998, el brazalete de Antoine de Saint Exupéry fue recuperado del mar frente a Marsella. Los restos de su avión fueron identificados en 2000.
Su obra más conocida, El Principito, inicialmente se publicó en francés e inglés en Estados Unidos ya en 1943, fue en abril de 1946 cuando el libro empezó a ser distribuido en Francia por Gallimard. Desde entonces, nada ha frenado el éxito del libro, que ya se ha traducido a 457 idiomas y dialectos y vendido más de 11 millones de ejemplares sólo en francés.
-¿Qué significa “domesticar”?
-Es algo que se ha olvidado -dice el zorro-. Significa “unir…”.
-Si me domésticas, mi vida será como el sol. Conoceré un sonido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me llevan bajo tierra. Los tuyos me llamarán a salir de la madriguera, como la música. (Extracto de El Principito)

Un mensaje de humanismo, a menudo poco conocido por el gran público, que nuestra época necesita desesperadamente oír y escuchar hoy. Hay escritores cuyos escritos se convierten en intemporales, sin duda porque cada generación que pasa puede identificarse fácilmente con su obra y su vida. Antoine de Saint Exupéry es uno de ellos.
Este buscador de espiritualidad fue un patriota en el noble sentido de la palabra y un luchador que hizo caso omiso del odio; ¿qué mejor lección para nuestra época, plagada de pasiones comunales? ¿Por qué odiarnos a nosotros mismos?
Esta gran persona, que confiesa ser de su infancia como otros de un país, habla al niño que hay en nosotros; ¿y qué adulto no alberga en su interior al niño que un día fue? Este técnico, inventor en su tiempo, evoca un mundo frío, duro y mecánico, y la necesidad de recuperar las cosas sencillas y esenciales de una vida auténticamente humana: el amor, la amistad, la fraternidad, la fidelidad, la solidaridad, la responsabilidad, la belleza del mundo; y que, ya en los años treinta, alertaba al mundo de la necesidad de proteger nuestro frágil planeta. Este hombre, a través de El principito, nos dio una receta para una vida que merezca la pena. Y sin duda, merece ser releído tantas veces como uno necesite recordar todas las grandes verdades que posee en su interior.
“Si busco en mis recuerdos los que me han dejado un sabor duradero, si hago balance de las horas que han valido la pena, siempre me encuentro con aquellas que no me procuraron ninguna fortuna.”
ANTOINE DE SAINT EXUPÉRY
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