Aunque la cronología nos aleja del pasado, a veces con percepción inalcanzable, la naturaleza humana nos aproxima a nuestros ancestrales congéneres hasta la coincidencia. Han cambiado los atuendos, las lenguas, los alimentos, los recursos técnicos, pero el amor, el odio, la soberbia, la humildad, la avaricia, la generosidad, la envidia, el altruismo, el heroísmo, la traición, la solidaridad, el egoísmo, la verdad y la mentira han estado, están y estarán presentes en los intersticios del alma de cada miembro de la sociedad humana. En unos casos para bien, en otros para mal, aunque en general se entremezclan, en distintas proporciones, unos con otros, de modo que el ser humano, alternativamente, es capaz de lo mejor y de lo menos bueno.
Las sociedades humanas necesitan organizarse para alcanzar los fines que la polis pretende. La política es una noble y necesaria actividad: el hombre es un animal político, advirtió Aristóteles.
La noble y necesaria actividad política debe estar a cargo de quienes anteponen el espíritu de servicio, que tiende al bien común, a otros intereses espurios.
Desgraciadamente, lo que debiera ser y lo que es coinciden menos de lo deseable. El encanto seductor que el poder proporciona, aderezado con los halagos y adulaciones que, excitando la soberbia, provocan en el político narcisista el irrefrenable deseo de perpetuarse en su disfrute, utilizando para ello las argucias manipuladoras que, como no puede ser de otra manera, tratan de comprar la voluntad popular para beneficio propio y de sus turiferarios. Estas maniobras, tan antiguas como la humanidad, se repiten, a lo largo de la historia, con algunos infaustos éxitos.
Obsérvese la coincidencia de aquellas circunstancias en Roma con las españolas de nuestros días:
«En medio del periodo del emperador Tito, ocurrieron varios hechos: el Vesubio entró en erupción destruyendo Pompeya, una epidemia en Roma produjo que un tercio de la población muriera y un incendio asoló la ciudad durante tres días. El pueblo demostró su descontento con el emperador Tito; sin embargo, éste era audaz para sostenerse y se le ocurrió terminar de construir el Coliseo rápidamente y proclamar su inauguración, que contempló alrededor de 100 días de espectáculos gratis».
«Los combates en el Coliseo eran salvajes, porque se eliminaban a los enemigos de Roma con luchas a muerte, ejecuciones de desertores, criminales y prisioneros de guerra. El espectáculo también contemplaba peleas entre animales y se cree que alrededor de 9.000 animales fueron sacrificados. Se disfrutaba de batallas navales para tener intermedios en los que se repartía pan y fue allí que el pueblo perdió su memoria y se le olvidaron sus dificultades».
«De esta forma, se ofrecía el pan y entretenimiento al pueblo para proporcionar a su emperador el poder para mantenerse; por medio de esta estrategia distractora, el pueblo romano había olvidado sus derechos y el deber de cuestionar a los políticos romanos, que solo buscaban votos conquistando a muchos por medio del pan, con su populismo acrecentado». Sandra Castillo.
Otro ejemplo: En la España decimonónica se llegaba a comprar un voto a cambio de un puro.

Los caciques eran individuos que, por su poder económico o por sus influencias políticas, controlaban una determinada circunscripción electoral con sus pesebres. Se encargaban, sobre el terreno, de la manipulación electoral.
El ministro de la gobernación (hoy del Interior) era quien elaboraba las listas de los candidatos que debían ser elegidos necesariamente.
Los gobernadores civiles (hoy Delegados del Gobierno) transmitían la lista de los candidatos “ministeriales” (que eran los que debían salir elegidos) a los alcaldes y caciques. A partir de ahí, se ponía en marcha el proceso para garantizar los resultados previstos de antemano.
El pucherazo consistía en la práctica de trampas electorales para conseguir el objetivo, mediante la compra de votos, falsificación del censo y de las actas de resultados, así como la utilización de la coacción sobre el electorado. Un voto se podía comprar con un puro a la puerta del colegio electoral. El voto por correo no se podía falsificar porque no existía como hoy.
En el siglo XXI las tentaciones que acechan al poder son las mismas que en la Roma de Nerón. Nada nuevo hay bajo el Sol. La entrada para el cine, los paseos en Interrail, los bonos, subsidios y dádivas semanales son el equivalente al pan y el circo o al puro, con los que antaño el pueblo era sumido en la estulticia. Por si esto falla, siempre queda el recurso al miedo. Aunque resulte sorprendente, el viejo método sigue resultando útil: para que políticos sin principios puedan obtener beneficio del engaño, es necesario que los gobernados carezcan de memoria.
¿Llegados aquí, el noble pueblo descubrirá las argucias con las que el poder mendaz pretende comprarle el voto, siempre con cargo a la deuda del Estado, que crece sin límite? La factura de las chuches que hoy reparte el poder las pagará, con intereses, el noble pueblo.
“Para el que no tiene nada, la política es una tentación comprensible, porque es una manera de vivir con bastante facilidad” |
“Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje“ |
“Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione” |
«El pueblo, del que en otro tiempo dependían el gobierno, la justicia, las fuerzas armadas, todo, ahora se desentiende y sólo desea con ansia dos cosas: pan y circo»
Juvenal
«Una nación de ovejas pronto engendra un Gobierno de lobos»
Edward R. Murrow
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