Se puede decir, sin miedo a faltar a la verdad, que la cuna de lo vasco propiamente dicho se encuentra en Navarra, y que las actuales tres provincias vascas fueron «vasconizadas» por ella.
El nacionalismo separatista precisa de requisitos para su justificación: una raza superior, una lengua, una cultura y una historia diferente de los pueblos vecinos. Cuando los hechos no ratifican esos requisitos ideológicos, la realidad es modificada para adaptarla al molde nacionalista. En ocasiones, la historia se mutila, prescindiendo de los hechos que molestan o se reescribe al gusto, e incluso se cae en el atrevimiento de inventarla ad hoc. Por ello, nunca está de más repasar la Historia para refutar las «historias» fabricadas para sustento de fantasías tribales.
En ningún momento las Tres Provincias vascas formaron una entidad histórica común ni fueron formalmente independientes con una única lengua, el euskera o vascuence y, por supuesto, oprimidas por España y Francia.
En la época prerromana, y tras la dominación de Hispania por Roma el único territorio habitado por vascones fue Navarra, con extensión hasta el norte de Aragón, centro de la Rioja y noreste de Guipúzcoa. En las actuales provincias vascas se ubicaban pueblos que no eran vascones: Várdulos, en la actual Guipúzcoa (allí los sitúa Ptolomeo); caristios, que ocupaban la parte oriental, en lo que hoy son Vizcaya y Álava; autrigones, en el oeste, entre caristios y cántabros.
Mientras que Navarra, la vasconia originaria, estuvo muy romanizada y experimentó la cristianización –Pompeyo fundó Pompaeluna (Pamplona), el 75 a.C.- las tierras ocupadas por várdulos, caristios y autrigones escasamente fueron afectadas por la romanización, debido al escaso interés económico que Roma mostró por ellas. Lo que llegaría a ser Vizcaya y Guipúzcoa permanecieron en el paganismo.
Los vascones, a partir del siglo VI, resisten a los visigodos, nuevos dominadores de Hispania, tras la caída de Roma, comenzando su expansión por la depresión vasca, hasta entonces habitada por várdulos, caristios y autrigones, así como por el norte de los Pirineos hacia Gascuña y Aquitania (ambas en la actual Francia).
En el siglo VIII Alfonso I de Asturias impulsó dos marcas (zonas defensivas para proteger las fronteras ante el Islam): En el Oeste, Galicia y en el Este, la formada por Castilla y Álava que, entre los siglos VIII y IX, nacían unidas por la historia, junto con un idioma universal. A finales del siglo X e inicio del XI, las Glosas Emilianenses, pequeñas anotaciones manuscritas en los márgenes de un códice en latín, realizados en varias lenguas: el latín, un romance hispánico y el euskera, constituyen el primer vestigio escrito de nuestra lengua.
Las relaciones familiares entre los linajes de los reyes astur-leoneses, navarros, así como con el Condado de Aragón fueron frecuentes y contribuyeron a la aproximación entre sí, no sin dificultades.
Sancho III Garcés (el Mayor), de madre leonesa y abuela castellana, convirtió a Navarra en el reino más importante durante las tres primeras décadas del siglo XI. Reunió bajo su poder: Castilla con Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, llegando a extender sus dominios desde el Condado de Aragón hasta el reino Astur-leonés, acumulando la mayor unidad territorial de los reinos cristianos peninsulares desde la invasión musulmana en el 711. Su testamento dio origen a los reinos de Castilla y Aragón.
Aunque Navarra ha sido el único reino vascón de la historia, sus reyes se definieron, preferiblemente, con el título de «rey de España». No pretendían fundar un Estado vasco sino reconquistar España. Con frecuencia se utiliza la expresión «España» en las crónicas escritas en el reino de Navarra.
Los reyes vascones, primero de Pamplona y después de Navarra, decidieron adoptar la lengua castellana, para redactar los documentos oficiales, con anterioridad a que lo hicieran los reyes de Castilla. No fue Castilla la que acabó con el vascuence, sino que fue la opción tomada por los monarcas vascones de Navarra. Las discusiones en las Juntas de las Provincias vascas se realizaban en vascuence o en castellano indistintamente.
Guipúzcoa se unió a Castilla en el siglo XI por solicitud voluntaria de su Junta General. Los señores guipuzcoanos iniciaron una seria aproximación a Castilla, en 1076, volviendo, brevemente, a la dependencia de Pamplona. Descontentos con el rey navarro, Sancho el Fuerte, los representantes de Guipúzcoa acudieron al rey castellano, Alfonso VIII, a quien a cambio de que jurase sus fueros y privilegios le aceptaron como su Rey. Pactaron la entrega de la Provincia a la Corona de Castilla (año 1200) «de modo irrevocable y sin limitación de tiempo». La Junta hizo jurar a Enrique IV de Castilla (año 1468) «que jamás enajenaría de su corona a las villas, pueblos […] ni Guipúzcoa entera». En el cuartel superior izquierdo del escudo de Guipúzcoa figura, desde el siglo XVIII, la efigie de un rey de Castilla, sentado en el trono, con los atributos de la realeza como símbolo del Pacto con la Corona.
Álava, que nació junto a Castilla, estuvo bajo la órbita de Navarra en parte del siglo XI. En 1076 se unió a Castilla, para volver, durante una parte del siglo XII, a la influencia de Navarra, Álava solicitó su unión con Castilla, en el año 1200, con la exigencia de que los reyes castellanos garantizasen que nunca enajenarían el territorio por ninguna causa.
Vizcaya, en 1179, prefirió su vinculación con Castilla, desvinculandose de Navarra. Los vizcaínos conservaron sus instituciones, pero con supervisión del rey y una instancia superior castellana, ubicada en Valladolid. El señor de Vizcaya, Diego López de Haro II, fue el principal colaborador político y militar del rey de Castilla, Alfonso VIII. Su colaboración en la batalla de la Navas de Tolosa (1212) manifestó su compromiso con la empresa castellana de la Reconqusita.
El condado de Castilla fue incorporado a Navarra, en el siglo XI, por el rey Sancho III el Mayor, hijo de vasco y asturiana, por cuyo testamento Castilla se convirtió en reino con el hijo de este, Fernando I. Las relaciones familiares del Señorío de Vizcaya con la familia real castellana se sucedieron: María, hija del Señor de Vizcaya, casó con el infante Juan de Castilla; el Señor de Vizcaya, Diego López de Haro V, estaba casado con la hija del rey de Castilla, Alfonso X; Juan I de Castilla, antes de llegar al trono, fue señor de Vizcaya. Desde entonces los reyes de Castilla y de España han sido Señores de Vizcaya.
No es cierto que, desde Juan I de Castilla (s. XIV) hasta hoy, Vizcaya haya sido un «un estado libre asociado» en virtud de un «Pacto formal con la Corona». No hay documento que contenga una prueba de dicho Pacto. (R. de la Cierva).
Cada una de las provincias vascas tenía sus propios fueros, pero jamás tuvieron unidad política. Fueros que, a lo largo de la historia, han jurado muchos reyes de España.
La entronización de la dinastía de Borbón no modificó la situación respecto al asunto que nos ocupa.
Con la invasión napoleónica el pueblo español se alza en armas, utilizando tácticas de guerrilla, con una importante participación vasca, evidentemente, al ser una región fronteriza con Francia.
La Constitución de 1812 no reconoció, expresamente, los fueros, a lo que los diputados vascos en las Cortes de Cádiz no presentaron especial resistencia. La vuelta de Fernando VII, al concluir la Guerra de la Independencia, supuso la derogación de la Constitución y la confirmación de los fueros.
Las guerras carlistas dividieron a los vascos: no entre españolistas e independentistas sino entre españoles liberales y españoles tradicionalistas. Tras la derrota carlista en la tercera guerra, los fueros fueron suprimidos; corría el año 1876. Poco después, como compensación a los fueristas liberales, se pondrá en vigor la parte económica de los Fueros bajo la denominación de Concierto Económico.
En 1841, Navarra quedó como provincia foral, con su Diputación, y con autonomía legislativa en materias como derecho tributario, civil y administrativo.
Hasta finales del siglo XIX, con los escritos de Sabino Arana, fundador del PNV, no se había cuestionado la identificación tradicional entre los vascos y España.
La fundación de España, a partir de los reinos cristianos medievales, había sido un proceso de integración por partes. El proyecto de una España culturalmente cristiana y europea se tejió mediante relaciones en los ámbitos: político, de parentesco y matrimoniales que, a pesar de altibajos, conflictos y miserias humanas, culminaron en un destino común.
«El derecho de los vascos consiste en continuar nuestra historia y tradición, no en provecho solamente propio, sino en provecho común de la nación española. Los vascos no han sido nunca otra cosa que españoles». Fidel de Sagarminaga (Bilbao 1830-1894), líder de la reivindicación foral e Impulsor de la Unión Vasco-Navarra. |
«¡Oh, tierra de mi cuna, de mis padres, de mis abuelos y trasabuelos…, tierra de mis amores, tú eres el corazón de mi alma! Tu mar y tus montañas, Vizcaya mía me hicieron lo que soy; de la tierra de que se amasan tus robles, tus hayas, tus nogales y tus castaños, de esa tierra ha sido mi corazón amasado, Vizcaya mía». Miguel de Unamuno, Vida de don Quijote y Sancho. | «Soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio». Miguel de Unamuno, Paisajes del alma. |
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