A los 20 años del Manifiesto contra la muerte del espíritu

Hubo un tiempo en que soñar con un movimiento análogo a la Nueva Derecha francesa para España fue posible. Aunque ahora parezca apenas una entelequia, hace 20 años exactos ese instante estuvo a punto de concretarse en la realidad. Y personajes como Javier Ruiz Portella, Fernando Sánchez Dragó o el Marqués de Tamarón bien podrían haber ejercido de nuestros particulares Alain de Benoist, Dominique Venner o Guillaume Faye, si los españoles al menos les hubieran entregado la oportunidad. No fue así, por supuesto.

La guerra en tiempos de paz

Aquel que cree estar en paz no sabe contra quien pelea: otros han decidido por él. Es sabido: la política es la guerra por otros medios. Lo que admite una lectura inversa: la guerra es la política por otros actos. Que se trastocan en el momento en que han dejado de arrebatar la soberanía para comenzar a arrebatar la vida. Los fines, sin embargo, resultan idénticos.

Dios está blanco

Un amigo me sopló que Guardiola emplea a físicos para planificar sus partidos. Descifrando los datos del juego y analizando las variables de cada ocasión. Quizás esa sea la razón por la que los purísimos doctores del fútbol le consideran el mejor entrenador del mundo. Sumos sacerdotes de la táctica, casi se diría que el juego les molesta, y que a cambio preferirían una partida de ajedrez estratégica entre los entrenadores. Ellos peor que nadie, los especialistas, han sido incapaces de entender el hito que en los últimos meses ha alumbrado repetidamente el Real Madrid en su estadio disfrazado de sucesivas e inverosímiles remontadas en Champions.

España, pueblo guerrero

El español es un pueblo de guerreros, héroes y conquistadores. Nada es más ajeno al imaginario hispano que ciertas figuras hodiernas de importación anglosajona como lo son la del burgués, la del mercader y la del burócrata. Nuestra literatura nace oficialmente con la historia de un guerrero, el Cid Campeador, que, a diferencia de su homólogo francés Rolando, no es de linaje real porque es tan vasallo como aquellos que recibían su historia de labios de un juglar, y por ello lucha por redimir su apellido. Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor, era un noble y un militar. Lo mismo se puede decir de Jorge Manrique, soldado a semejanza de su padre, a cuya muerte le brindó sus inmarcesibles Coplas. Según Ferlosio, quien –este sí–, a diferencia de su padre era poco sospechoso de patriota, la más alta prosa española de todos los tiempos, la que mejor emplea el recurso de la hipotaxis —el opuesto a la parataxis azoriniana—, es la utilizada en las Crónicas de la conquista de América por Bernal Díaz del Castillo. 

La muerte soñada por Jack London

Dar testimonio completando aquello que no resulta visible desde la superficie. Eso es, a mi entender, escribir. Contar lo que ves, lo que te rodea, lo que pudo ser pero no fue. La vida y sus múltiples tentativas frustradas. Recopilar pacientemente aquello de lo que se te ha hecho albacea: la memoria, los recuerdos, una inconsolable nostalgia por lo que pasó y desapareció. Ordenar el caos: seleccionando los materiales de la recomposición y otorgando sentido a aquello que no lo tiene; esto es, tratando de plasmar de qué forma otros emprendieron la heroica tarea de existir. Perdiéndose poco a poco en el intento.

Un lugar sagrado donde cazar de José Antonio Martínez Climen

“Una hora no es una hora, es un vaso lleno de perfumes, de sonidos, de proyectos, y de climas. Lo que llamamos la realidad es cierta relación entre esas sensaciones y esos recuerdos que nos circundan simultáneamente, relación que suprime una simple visión cinematográfica, la cual se aleja así de lo verdadero cuando más pretende aferrarse a ello, relación única que el escritor debe encontrar para encadenar para siempre en su frase los dos términos diferentes. Se puede hacer que se sucedan indefinidamente en una descripción los objetos que figuraban en el lugar descrito, pero la verdad sólo empezará en el momento en que el escritor tome dos objetos diferentes, establezca su relación, análoga en el mundo del arte a la que es la relación única de la ley causal en el mundo de la ciencia, y los encierra en los anillos necesarios de un bello estilo: incluso, como la vida, cuando, adscribiendo una calidad común a dos sensaciones, aísle su esencia común reuniendo una y otras, para sustraerlas a las contingencias del tiempo, en una metáfora”.

Meditaciones sobre el 15M

Igual que el Cristo de El gran Inquisidor, de volver hoy el 15M a nuestras calles resultaría pulverizado por los sacerdotes del igualitarismo, con Pablo Iglesias y su patulea de sicofantes mediáticos a la vanguardia. En palabras de Dostoievski: “Las ovejas se reunirán de nuevo, el rebaño volverá a la obediencia”. El 15M fue la ostentación pública de hartazgo, en tiempos de miseria, ante la hegemonía de lo que Enrique de Diego encuadraría bajo el acertado título de “casta parasitaria”. El término, como antes el movimiento, terminó fagocitado por un hatajo de comunistas surgidos del Foro de Sao Paulo que predicaban la Palabra castrista-chavista enarbolando textos de C. Schmitt y E. Laclau pero que, con los años, han sucumbido a esas dos religiones de sustitución, con vocación pedagógica, tan fundamentalistas como rentables que son la ideología de género y la calentología climática.

Afganistán como génesis de una geopolitica postoccidental

Novus Ordo Seclorum: miles de palabras regurgitadas por la prensa para terminar reconociendo la evidencia de que quien pierde, ante todo, es el pueblo afgano. Y no por culpa de unos talibanes más o menos medievales, como se ha dado caprichosamente en denominarles, sino por culpa de unos occidentales del todo liberales que acaban de ser enterrados en los libros de historia. Sin ellos saberlo.

Esa meretriz llamada libertad

Una puta, una meretriz, prostituida en ese gran lupanar en el que se ha convertido Europa: la libertad. Un fantasma recorre Europa, diría Marx; el fantasma de la libertad, añadiría Buñuel. Esa puta, esa meretriz que todos los hombres dicen amar mientras pagan por poder violarla. Todos dicen estar enamorados de ella, le prometen el oro y el moro, pero a la hora de la verdad acaban volviendo a sus vidas de esclavos y se olvidan de haberla conocido. El hombre moderno escoge sus servidumbres.

Sobre el Donoso Escrutinio

Resulta imposible otorgar más importancia a un libro que quien lo arroja a las llamas por simple temor a su contenido. En un mundo donde el saber escrito ha quedado reducido a vestigio anacrónico en vías de convertirse en símbolo subversivo —diga lo que diga la Irene Vallejo de turno con ojos de cervatillo atropellado—, no puede haber mayor muestra de respeto al papel impreso que confiriéndole el valor social que perdió mucho tiempo atrás, aunque sea para correr a arrebatárselo de nuevo.