¿Por qué Gibraltar es una colonia inglesa?

Desde mediados del siglo XVII, en la época de Oliver Cromwell las acciones  por parte de Inglaterra, en aras de incorporar Hispanoamérica, se sucedieron.

‘La catástrofe climática’. Qui prodest?

La meteorología ha deparado un tórrido y prolongado verano, cuyos precedentes había alejado del recuerdo el transcurso de décadas.  Como sucede cada vez que la meteorología aprieta, en uno u otro sentido, el cambio climático, convertido, por la hipérbole en catástrofe climática, es causa recurrente de todos nuestros males,  que justifica el castigo merecido, que los políticos nos aplican bajo onerosas disposiciones, dada nuestra culpabilidad por los malos hábitos y costumbres con que gobernamos nuestras vidas. 

Trampa

Al verano le sigue el otoño y éste empieza a pintar los parques de colores ocres. Cae el relente. La vida anda a la redonda -eso dijo Cervantes, abran el Quijote-: a la alegría la sigue la pena, pasando por la tranquilidad y el ajetreo. El día a día, las cosas del comer.

El timo de las banderitas

Tal vez usted, sufrido lector, ha llegado a pensar alguna vez que está fuera de lugar. Las redes  sociales están llenas de perfiles con banderitas que ni le suenan, triangulillos pabajo, lazos de  colorines y todo tipo de símbolos horteras compuestos con emoticonos que facilitan a los  desaprensivos de Silicon Valley o Pearl River Delta la tarea de segmentar a los idiotas que  compartimos contenido en ellas (créame, la inteligencia artificial no da para tanto como  dicen).

La lacra del terrorismo etarra

Se ha escrito mucho sobre terrorismo, particularmente sobre el terrorismo etarra. Este libro, en mi opinión, no es uno más de los que recogen la lacra sufrida por España y por muchos españoles, yo diría por todos los españoles de bien, aunque no todos; muchos separatistas y en particular las familias del entorno etarra disfrutaron de los beneficios de ese terrorismo.

El autor me ha pedido que escriba el prólogo del libro. Lo incluyo aquí porque en él sintetizo como aprecio el contenido de la obra.

Refrescando memorias socialistas

Recientemente, la sentencia sobre el caso de los ERE en Andalucía vuelve a poner, desgraciadamente, de actualidad que la naturaleza del político, bien sea por debilidad o por maldad, cuando dispone de acceso y poder sobre el peculio estatal o ajeno, corre el peligro de extraviarse sustrayéndolo, bien en beneficio propio o con fines partidistas. Tanto en el primer caso como en el segundo, el grado de responsabilidad alcanza idéntico nivel de gravedad, por más que se quiera cínicamente justificar.

El cuento

​El decaimiento del país es un espejismo de la debilidad de quien la gobierna. Sánchez es el dueño de una carnicería podrida instalada en el sectarismo con unas mediocres vistas a la ruina. Su liderazgo consiste en una estúpida huida hacia delante en la que se desprestigia a la verdad: el cuento de la lechera termina topando con la realidad.

¿Desde cuándo existe España? ¿Cómo conservó su nombre?

Oímos hablar de «muchas Españas»: la España constitucional, la España autonómica, hasta de la España plural, de la misma forma que la historia nos habla de la España de los Austria o de la España visigótica. Pero siempre el sujeto es España, como realidad previa o preexistente.

El efecto Ignacio Echeverría

El motivo para pedirle a Rincón Bravío que me publique un escrito es que ha llegado a mis manos un libro que considero muy interesante.

A lo largo de los últimos cinco años he vivido bajo el efecto con el que titulo este escrito.  La familia de Ignacio Echeverría Miralles De Imperial, que se enfrentó al terror en el puente de Londres el 3 de junio de 2017, nos hemos visto teniendo un cierto protagonismo consecuencia de aquella desgraciada ocasión. Aparte de reconocimientos a Ignacio, en forma de condecoraciones y otros homenajes, de las atenciones de los reyes de España o de la reina de Inglaterra, hasta el mural con una imagen de Ignacio que se finalizará estos días en el instituto en el que estudió y hoy lleva su nombre. Todas estas atenciones nos han repercutido a nosotros por haber sido los receptores de lo que a él le correspondía.

España, pueblo guerrero

El español es un pueblo de guerreros, héroes y conquistadores. Nada es más ajeno al imaginario hispano que ciertas figuras hodiernas de importación anglosajona como lo son la del burgués, la del mercader y la del burócrata. Nuestra literatura nace oficialmente con la historia de un guerrero, el Cid Campeador, que, a diferencia de su homólogo francés Rolando, no es de linaje real porque es tan vasallo como aquellos que recibían su historia de labios de un juglar, y por ello lucha por redimir su apellido. Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor, era un noble y un militar. Lo mismo se puede decir de Jorge Manrique, soldado a semejanza de su padre, a cuya muerte le brindó sus inmarcesibles Coplas. Según Ferlosio, quien –este sí–, a diferencia de su padre era poco sospechoso de patriota, la más alta prosa española de todos los tiempos, la que mejor emplea el recurso de la hipotaxis —el opuesto a la parataxis azoriniana—, es la utilizada en las Crónicas de la conquista de América por Bernal Díaz del Castillo. 

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